loading

Podcast

Atentado a la verdad

00:0029:46
Download this podcast
Previous episodeNext episode
Read this podcast

Los callaron

Capítulo 1

En los años más álgidos de persecución contra docentes en Córdoba, las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) ejecutaron y desaparecieron a cuatro profesores tras acusarlos a través de la prensa de haber detonado, en nombre de la guerrilla de las Farc, dos cargas explosivas en la capital monteriana. 27 años después, familiares, amigos y una periodista reflexionan sobre lo que pasó.

Atentado a la verdad

En octubre y diciembre de 1996, la ciudad de Montería, capital del departamento de Córdoba, vivió dos atentados dinamiteros que dejaron alrededor de 40 heridos y 4 muertos. En enero del año siguiente, las Autodefensas Unidas de Colombia acusaron públicamente a 8 personas, la mayoría docentes, como supuestos autores de las explosiones en nombre de la guerrilla de las Farc. Asesinaron a uno y desaparecieron a tres más.

27 años después, los nexos de los profesores con la guerrilla no han sido probados, y la crueldad de la respuesta de los paramilitares pervive en la memoria de los familiares de los maestros.

O sea mi papá cae al suelo muerto, pero yo estoy en el patio, yo escucho los impactos, yo salí del patio enseguida, corrí hacia el frente porque era mi papá, era la persona que yo más amaba… Y tenía ese tema de la zozobra, de lo que habíamos vivido, pensábamos que ya había pasado y ahí me tiré en el suelo con él, en la sangre … y el sicario me quitó y lo remató, le descargó la pistola. Ahí estaba mi hermana menor, Ángela María, y mis hermanas mayores vieron eso, llegaron a esa escena dantesca de nosotros ahí, eso marcó mi vida siempre, esos primeros años fueron.. fui yo… en mi mundo.

Félix Antonio Avilés Padilla es hijo de Félix Avilés Arroyo, uno de los cuatro ajusticiados por las AUC en unos hechos que aún no han sido aclarados. A sus 12 años, pudo grabarse para siempre el recuerdo de lo que pasó ese día, aunque nadie en ese momento podía explicarle por qué había sucedido. ¿Qué estaba pasando en Montería para que asesinaran de esa manera a un profesor?

Bueno, entonces estamos hablando de una época crítica en el departamento de Córdoba, que era la época en la que se ubicaron bombas en Ganacor y en Funpazcor cierto, eh? Dos sitios icónicos ubicados en pleno centro de Montería, irónicamente uno justamente frente al Comando de Policía, Funpazcor.

Nidia Serrano era entonces y sigue siendo periodista judicial en el periódico El Universal. Ella explica que la segunda mitad de los años 90 se caracterizó por un repliegue de las guerrillas hacia zonas rurales altas de Córdoba, como Valencia, Tierralta o el Nudo del Paramillo, y una expansión paramilitar en zonas urbanas, incluso, en Montería.

Entonces ni un paso se daba sin que no fuese debidamente autorizado o informado por la gente que empezó a llegar a los cascos urbanos, que empezaron a llegar a las universidades, que empezaron a llegar a la ciudad de manera común y corriente, pero que finalmente eran actores que estaban al servicio más que todo de las Autodefensas, identificando a los posibles militantes de la izquierda para darles muerte. Porque era la época en la que, si tenías el mínimo el mínimo viso de izquierdista, te morías. Esa era la ley que imperó acá más o menos en esos años.

En ese contexto, ocurrió algo inédito en la capital departamental. El 14 de octubre de 1996, 9 kilogramos de dinamita estallaron al frente de la Fundación para la Paz y Reconciliación de Córdoba (Funpazcor), creada por los hermanos Castaño, fundadores de las Autodefensas. La casa de Funpazcor quedaba al frente del Comando de Policía de Córdoba, en la calle 29 con carrera quinta. El hecho no dejó muertos, pero sí 9 heridos, entre ellos policías. Y la cosa no paró ahí.

Dos meses después, el 17 de diciembre, 30 kilogramoss de dinamita explotaron dentro del Edificio Morindó, donde se ubicaban las instalaciones de varios bancos, la Corporación Autónoma de los Valles de los ríos Sinú y San Jorge (CVS) y la oficina que presuntamente era el objetivo del atentado: Ganacor, la Federación Ganadera de Córdoba, entonces dirigida por el señor Rodrigo García Caicedo.

Bueno, dos cosas, el primero es que don Rodrigo García nunca negó su simpatía por las Autodefensas; segundo, nunca negó su amistad con Carlos Castaño; tercero, nunca negó su aversión por la izquierda.

El día del atentado a Ganacor, Nidia se encontraba casualmente dentro de uno de los bancos en los alrededores del Edificio Morindó, haciendo una diligencia.

Yo con mi afán de reportera salgo y lo primero que hago es ver que la gente corre, que hay humo, que hay mucho humo, y que traen cargada a la secretaria de don Rodrigo, que era como su funcionaria de confianza dentro de Ganacor, la traen con el rostro totalmente desfigurado, porque las esquirlas le habían causado… la habían destrozado prácticamente parte de su cara. Don Rodrigo no estaba.

En el atentado fallecieron el veterinario del Fondo Ganadero, José Contreras Montes; el celador del edificio, Félix José Miranda Gómez; el ganadero Antonio Martínez Méndez y el profesor Jairo Alfredo Chávez Llorente, él se desempeñaba como Rector de la Escuela Urbana Mixta La Pradera y, según la prensa de la época, asistía a esa hora a una cita en la CVS.

La ciudad quedó atemorizada y en luto, así pasaron las fiestas decembrinas hasta que llegó enero.

En Montería ocurrió un hecho muy muy inusual. Esa misma noche, una camioneta tipo estaca hizo un recorrido por distintos sectores de la ciudad. Entonces fueron a la casa de un profesor en el barrio La Granja, y era el mismo modus operandi, tumbaban la puerta a pata, los amarraban y los subían a la camioneta amarrados y se los llevaban.

Conozco como unos aspectos de la noche como tal. Llegaron unos señores en una camioneta, se llevaron a la persona de al lado, la sacaron de su vivienda y en ese sacar a la persona de al lado, esposada, como que se escuchaban cosas y mi papá se levantó, lo que cuenta mi mamá, él se asomó por los calaos, porque en esa época no existían ventanas, y alguien desde la camioneta vio que llevaban al vecino esposado y alguien desde la camioneta dijo ‘ese no es Álvaro Taborda’. Cuando él escuchó eso, él se tiró ahí y salió corriendo para allá al cuarto para decirle a mi mamá que venían por él. Entonces ella le dijo que le daba tiempo, todavía, como todo eso de la equivocación les daba tiempo de irse por el patio, entonces él le dijo que no porque sino, le hacían algo, pero mientras le estaba diciendo eso, eso es cuestión de segundos, habían partido la puerta de la casa con una mona, que es como un martillo grande, de hecho eso lo dejaron ahí, eso está en la Fiscalía y todo, partieron la puerta, lo sacaron, ahí así en interior, porque así fue como se levantó de la cama, se lo llevaron y pues bueno ya, eso fue lo que supimos, pusimos los denuncios y todo eso en el mismo instante.

El relato es de Álvaro Taborda Ruiz, hijo del entonces profesor del Colegio Inem, Álvaro Taborda Álvarez. Lo que cuenta es una reconstrucción que ha hecho con los años y con la ayuda de su madre, porque ese 8 de enero de 1997, él apenas tenía 5 años de edad. En la misma camioneta y de la misma forma que al profesor Álvaro, los paramilitares se llevaron de sus casas a Claudio Manuel Pérez y a Francisco Javier Galarcio Polo. Los tres: Álvaro, Claudio y Francisco Javier, estaban afiliados a Ademacor, el sindicato de maestros y empleados de la educación del departamento.

Eleazar Pérez Oviedo, directivo Central, cuenta que líderes y agremiados han padecido la violencia de la derecha desde los años ochenta.

La Asociación de Maestros y Trabajadores de la Educación es el sindicato de mayor prestigio, de mucha historia de lucha que tiene el departamento y casi que reconocido a nivel nacional. Y pues nos asociaban con grupos al margen de la ley, sobre todo con guerrilla, nos estigmatizaron y, pues eso trajo como consecuencia que nos asesinaran muchos compañeros, algunos dirigentes connotados acá del sindicato.

El 12 de enero de 1997, cuatro días después de los secuestros, ocurre la escena con la que iniciamos este pódcast: un hombre de las AUC asesinó a Félix Avilés en su casa, en Ciénaga de Oro, frente a la mirada atónita de su familia, tal como lo narra su hijo.

Entró a la sala de la casa de mis abuelos y disparó a través de la puerta los dos primeros impactos en las piernas de mi papá. Mi mamá intenta cerrar la puerta, o sea, mi mamá está viva de milagro, porque ahí quedaron los huecos en la puerta, mi mamá intenta cerrar la puerta pero el hombre le hace un tiro, queda el impacto, golpea, y mi papá cae. Mi mamá estaba ahí se devolvió y dos tiros y mi papá cae al suelo. Él le hace otro impacto, que eso fue lo que dijo ya la necropsia y ese impacto le ingresa y le perfora el corazón, o sea mi papá cae al suelo muerto.

Avilés también era docente y también estaba agremiado en Ademacor. A los dos días, 14 de enero, la incomprensión de la familia de Félix Avilés y las desesperadas demandas por respuestas de los familiares de Álvaro Taborda, Claudio Pérez y Francisco Javier Galarcio fueron duramente contestadas por los mismos perpetradores de los hechos, mediante la prensa local. El periódico El Meridiano de Córdoba reprodujo en su portada un extenso comunicado de las AUC titulado “Aclaramos atentados”, en el se leía:

“Los atentados terroristas fueron ordenados por el señor Alfonso Cano y planeados en el recinto de la Universidad de Córdoba en una reunión convocada por el señor René Cabrales, a la que asistieron Álvaro Taborda, Claudio Manuel Pérez, Javier Galarcio, el profesor Valdés, Saulo Brum, Félix Avilés y Fredy Agámez, quienes conformaron el grupo terrorista a órdenes de las Farc…Reivindicamos las acciones en las que fueron retenidos los terroristas Claudio Pérez, Javier Galarcio y Álvaro Taborda, a quien se les encontró en su residencia dinamita, mecha, estopines y dos planos de los lugares donde preparaban nuevos atentados”.

Hasta ese momento la sociedad cordobesa no había relacionado los secuestros de los profesores ni el reciente asesinato de Félix con los atentados ocurridos el año pasado en Funpazcor y Ganacor. Tampoco la Policía ni la Fiscalía habían adelantado diligencias de investigación de estas bombas que involucraran a los ahora señalados por las autodefensas.

Ante las acusaciones hubo perplejidad, pero todavía faltaba algo más. Ese mismo día, la periodista de El Universal, Nidia Serrano, encontró en su escritorio un objeto anónimo.

Un sobre de manila con un cassette que no venía con remitente ni nada de esas cosas, sino que venía un cassette. Entonces yo tomo eso, viene sin remitente, empiezo a escuchar el casette y lo que yo encuentro allí son unos testimonios, entonces empieza el primer testimonio: ‘Yo soy fulano de tal, profesor del colegio tal y dicto tal asignatura en tal curso. Yo confieso mi participación en la bomba de Funpazcor y mi misión fue hacer el croquis, etcétera, etcétera’. Segunda relación: ‘Yo soy fulano de tal. Yo soy profesor tal dicto clase en tal colegio y yo confieso que yo participé en la bomba de de Ganacor y mi función fue tal tal tal’... todas las grabaciones de la gente que se habían llevado. Esos profesores nunca más volvieron, obviamente, nunca más se supo. Lo último que se supo fue ese ese cassette que ellos grabaron.

Las Autodefensas hicieron llegar estas grabaciones a diferentes periodistas de la región como supuestas pruebas de la culpabilidad de los docentes. En ellas, los retenidos confesaban su participación en las explosiones y daban más nombres de personas implicadas.

Nidia mostró los audios a los familiares de los secuestrados, ellos confirmaron las voces de los desaparecidos, pero señalaron que eran declaraciones forzadas, hechas bajo tortura.

El magisterio vivió muy feo ese episodio, ¿por qué?, porque eran maestros muy reconocidos, los que eran docentes, muy reconocidos, gente muy buena. Sí, militantes de izquierda, sí, pero bueno, nunca he podido comprender cómo los involucraron, por qué los involucran, porque no los conocí en ese plano, no los conocí en ese plano de querer estar envueltos en eso, más cuando ellos venían de partidos de izquierda que ya estaban, pues, legalizados, eran legales aquí en Córdoba, ¡qué iban a dar un retroceso de esos!, no lo comprendo así.

Ya pasaron 27 años desde estas pérdidas y muchos aún no se sienten seguros para hablar del tema.

La voz que escuchamos es de una docente, amiga personal de varios de los profesores señalados como terroristas por las autodefensas. Ella, sobreviviente de esa oleada de muertes y exilios que sacudió a su gremio entre 1996 y 1997, todavía recuerda a sus compañeros, cuenta sus historias y anhelos, pero no se siente lista para decir su propio nombre.

Teníamos tanto miedo que no nos podíamos ver. Con toda la amistad que hubo entre Félix Avilés, nosotros ni siquiera fuimos a su sepelio. Muchos maestros no fuimos a su sepelio.

En 2007, el comandante paramilitar al mando del bloque Córdoba, Salvatore Mancuso, reconoció en una audiencia pública haber sido el determinador de las desapariciones de Álvaro, Claudio Manuel y Francisco Javier Galarcio, así como el asesinato de Félix Avilés. Lo hizo en el marco jurídico de Justicia y Paz, antes de ser extraditado a los Estados Unidos donde cumplió una condena por narcotráfico.

En mayo de 2023, la Justicia Especial para la Paz (JEP) volvió a poner a Macuso en audiencia pública. Esta vez, el ex paramilitar involucró a organismos del Estado en las desapariciones y en el asesinato de los profesores en Córdoba.

Con Rómulo Betancur, conjuntamente con, para poner un ejemplo, con Policía, el coronel Raúl Suárez y con Ejército, estaba el mayor Sanabria y el coronel Barrero, para ese momento, cuando fueron los atentados terroristas en Córdoba, con ellos se trabajó de la mano conjuntamente: Convivir, Autodefensas, Ejército, Policía, DAS, estaba Rómulo, y se ejecutaron las operaciones que se dieron contra las personas que le nombré hace un momento, que tuvieron algún señalamiento, que fue Javier Galarcio y los anteriores que había nombrado, Álvaro Taborda y algunos otros que se señalaban de tener vínculos con estos atentados.

Las declaraciones de Mancuso ante la JEP tendrán que ser contrastadas y validadas, sin embargo son indicativas del control que las AUC ejercieron en esos años en el departamento y justifican el miedo de los docentes a dar declaraciones o, ni siquiera, a llorar públicamente a sus colegas asesinados.

Sin embargo, el silencio no significa que creyeran lo que se decía de sus compañeros.

Bueno, el profesor Valdés lo conocí siendo dirigente de la Asociación de Maestros de Córdoba, le tocó irse, regresar, después se fue otra vez, porque lo molestaban mucho, por seguridad, o sea, tú sabes que aquí en Córdoba el que hablaba de izquierda, pues era pecado…

De Agámez, un pelado de las calles de aquí de Montería, pues, un gran luchador por las cosas estudiantiles, eso fue Agámez.

René Cabrales yo creo que se había ido de Córdoba también, por ser de izquierda también, pero no eran del mismo grupo Cabrales con Agámez, no eran no eran del mismo grupo de izquierda.

En ese momento aparece Esperanza, Paz y Libertad, y después sale Alianza Democrática M-19, ahí conocí a Félix Avilés, eh, haciendo su trabajo político. Un tipo con gran discurso, un tipo muy muy muy capaz de hacer sus cosas bien hechas.

Javier fue un hijo de una señora que le dio la vida a la educación del departamento, sin ser maestra, ahí se crió al lado de los maestros, que nunca fue maestro. Y aprendió de los maestros a hacer discurso, sin ser muy discursero porque no fue discursero, pero sí un pelao muy inquieto, pelao que aprendió, pues, que había que dar un vuelco político en Colombia, eso era ese muchacho.

Álvaro Taborda, un joven, muy joven empezó en el magisterio, lo conocí siempre siempre siendo maestro convencido de que pelear por las reivindicaciones de los maestros. Eso conocí a Taborda. Que sí tenían su corazón en la izquierda colombiana, sí sí. No sé por qué los meten a todos en un mismo saco, donde yo sé que no militaron nunca juntos.

El tiempo dirá las cosas, hace años, pero el tiempo dirá las cosas, hasta donde ellos no estuvieron involucrados en eso. Yo sigo sosteniendo eso, que no los veo ahí involucrados.

En 2021, Entre Ríos Museo buscó a René Cabrales, uno de los señalados en el comunicado de las AUC, quien ahora vive exiliado en Berna, Suiza. Él recuerda así este episodio.

Me mandaron un fax donde decían mejor no regrese porque la situación está crítica en Colombia. Y me mandaron un pedazo de la noticia en donde me acusaban de los atentados. Entonces te acuerdas ya de los atentados que se dio en Funpazcor, Ganacor, sucedieron mientras yo estaba fuera del país. Mientras estaba yo en Cuba. Creo que uno se dio como en octubre y otro en noviembre, no sé. En todo caso se dieron esos dos atentados. Y luego, ya en el mes de enero sale la publicación. Ya los paramilitares habían secuestrado a varias personas, acusándolas de haber sido los que hicieron el atentado, los que organizaron el atentado. Personas con las que yo no tenía absolutamente ninguna relación, porque ni siquiera política ni nada de esas cosas. A algunos los conocía de cara, de saludo, pero no teníamos ninguna relación política.

Entre Ríos Museo recogió información de 139 asesinatos y desapariciones contra profesores en Córdoba, desde 1985 hasta 2019. 13 de ellos ocurrieron en 1996 y 16 más en 1997. Significa que estos dos años, el de los atentados y el de las acusaciones paramilitares contra el magisterio, concentran el 21% del total de los crímenes y desapariciones de docentes de todo el periodo estudiado. Hablamos de los años más oscuros para la región y, por eso, años también de vacíos informativos y autocensuras, como opina la periodista Nidia Serrano.

Y yo creo que hizo falta contar más historias y darle un poco más de voz a las víctimas, independientemente de cuál fuera su ideología… Y yo lo digo precisamente por ese casito que yo, por ese cassette que yo recibí, porque yo lloraba cuando las viudas me contaban sus historias y las tragedias que les venían, porque él era el único que trabajaba en la casa. Entonces yo digo: no importa, ¿qué pensaba?, ¿quién era?, ¿con qué grupo se identificaba?, pero era un ser humano que dejaba a su familia sumida en una tragedia. Entonces yo creo que nos faltó, o personalmente a mí, en ese momento, darle mayor voz a las víctimas de todas las partes.

Mi papá es Félix Avilés, era docente también en el colegio ILSE de Ciencias Sociales, era dirigente sindical aquí, de Ademacor, perteneció a los procesos de la izquierda democrática en el país. Hizo parte del M-19 cuando volvió a la vida civil.

Estuvo liderando causas y procesos aquí en la Regional Córdoba, Sucre, Bolívar. Entonces, era lo que ellos denominaban un cuadro, un cuadro político aquí era mi papá.

Tenía 12 años, estaba muy chico, pero yo tenía una conexión especial con mi papá, porque yo acompañaba a mi papá a las reuniones. Hay fotos de mi papá, aquí, en el barrio Los Laureles con las Juntas de Acción Comunal y nosotros ahí. Si él se vestía con una camisa verde, que era el color que más le gustaba, yo iba con una camisa verde porque era la esperanza y todo este símbolo que había alrededor de eso tiene una conexión con él… decía que yo era su compañero, me decía que yo era su campeón.

Félix Antonio Avilés Padilla, hijo de Félix Avilés Arroyo, creció con la vocación social y política de su padre, quien todavía es recordado con cariño en el municipio de Ciénaga de Oro. Allí nació y lideró luchas por la tierra y la dignidad del campesinado. Félix hijo recuerda a su padre con profundo amor, pero reconoce a su madre, Liz Padilla, docente de colegio con 40 años de ejercicio, como su verdadera heroína de la vida.

Pasa lo mismo con Álvaro Taborda Ruiz, hijo del maestro desaparecido Álvaro Taborda Álvarez. Fue su mamá, con su oficio de modista, quién le dio la oportunidad de llegar a la Universidad para formarse como docente, siguiendo los pasos de su padre. Y fue ella, además, quien posibilitó que él, siendo un niño, liderara la búsqueda de los restos de su progenitor.

Se llenó tanto de eso, y de la preguntadera la gente, que ella ha optado por el silencio, o sea, ya no habla de eso. Pero en esa forma de que le digo, que me ha construido muy independiente, llegamos a acuerdos como ese: que yo quería buscar a mi padre. Entonces ella siempre hizo la forma, desde que me llevó donde el abogado. Luego, cuando fuimos a las versiones libres, a mí no me dejaban entrar, porque yo era menor de edad. Entonces, ella siempre me llevaba a pesar de que no quería enfrentarse a esa persona, eh? Yo sí, yo sí quería, entonces ella como que, cómo decirte, se suprimió su dolor o su manera de actuar frente a eso y accedió a hacer lo que yo quiera, lo que yo deseaba.

La búsqueda de Álvaro hijo duró 20 años, hasta que en 2017 finalmente el Estado halló el cuerpo de su padre en una fosa común y pudo recuperarlo para darle una digna despedida. Ese día, además, Álvaro hijo hizo una profunda reflexión.

Ese día hubo un llanto que nunca había habido y empecé a llorar. Resulta que lo primero que me pregunté fue ¿y ahora qué? si yo toda la vida me leí los libros para buscarlo, todas las relaciones que hice fue para buscarlo, todas las formaciones en la universidad fue de líder estudiantil, de búsqueda, de Derechos Humanos.Después de esa primera fundación de víctimas, conforme dos más, o sea, mi trabajo todo el tiempo giró en torno a él, tanto así que yo no sabía quién era yo, si no la persona que lo buscaba él, o sea cargaba con un peso enorme de él y en ese momento lloraba era por eso, porque si ya lo tenía entonces ahora qué, ¿qué venía?

Ahí descubrí que mi formación, o mi nuevo eje gravitacional, eran los proyectos que transformaran la educación, que de verdad le brindaran a los chicos unas herramientas para poder expresarse, para poder construir conocimientos. Es que me daba mucha rabia que siempre 11 años de de colegio y tus únicas evidencias eran un libro que quizás no duraba ni un año lo quemaban, entonces yo dije ‘no los pelados tienen que salir de ahí dejando muchos productos, o sea son 11 años que están de su vida ahí’, entonces empezamos a hacer videos, galerías fotográficas, todo ese tema, y en eso me he desempeñado. Tanto así, que he llegado como a ser reconocido a nivel nacional en hazañas maestras, he ganado convocatorias, estamos en Lorica desarrollando un festival audiovisual para formar en la misma metodología todas las instituciones, que luego hagan un vídeo donde se premia la mejor, entonces ese es el nuevo eje gravitacional, me tiene ahí desde que encontramos a mi papá hasta ahora.

Yo busqué a Álvaro, yo lo busqué a él, porque hay unos hijos de los profes que fueron asesinados, que fueron desaparecidos… y yo admiro profundamente a Álvaro Taborda, porque mira lo que ha hecho Álvaro con todo su proceso alrededor de la educación. Y yo creo que yo me enfoco en esas historias de nosotros, ¿cierto? porque también creo que hay una parte que es esa, hay otra parte que es, ¿qué pasó con después de eso?, ¿qué pasó con la familia?, ¿qué pasó con los hijos?, ¿qué fue de las personas?, ¿se quedaron ahí, murieron, o eso les afectó tanto que no pudieron desarrollar su vida, tener oportunidades de ser lo que hayan querido ser? y hay unas historias poderosas ahí que creo que también ese mensaje es poderoso.

Álvaro hijo y Félix hijo son grandes amigos desde que se conocieron en 2007, en la primera audiencia de Versión Libre de Salvatore Mancuso. Ambos crecieron con la duda de si sus padres eran capaces de participar en un atentado terrorista, pero se formaron para seguir sus legados en el trabajo por la educación del departamento: Felix desde la política y Álvaro como maestro.

¿Qué pienso de él? pues que era un docente, es todo lo que me dicen las personas, lo libros que me dejó desde el principio denotan eso, que ciertamente había una necesidad en él de entregarle a las personas un poder para que cambiaran sus condiciones, pero me dice mi mamá incluso que yo estoy años luz de lo que llegó a hacer él, no pero para mi es un dios, bueno, tampoco hasta allá, pero para mi es mucho. Pero nada, es eso, la persistencia de él que lo llevó a dejarme todas esas piedrecitas y como que llevarme allá. Eso es lo que pienso de él, un guía.

Francisco Javier Galarcio Polo, el segundo desaparecido por los paras, no era docente, pero sí un fiel compañero en la lucha sindical del magisterio cordobés. Hijo de la señora Ena Polo López, legendaria secretaria de Ademacor, Francisco Javier se crió en los pasillos del gremio y formó con los docentes su visión política. Su cuerpo fue hallado en 2017, en la misma fosa común que el de Álvaro Taborda.

Claudio Manuel Pérez, el tercer secuestrado de la noche, era un reputado historiador formado en la Universidad de Antioquia y trabajador en Unicórdoba. El resto de su vida se conocerá cuando su familia decida que es momento de hablar. Su cuerpo continúa desaparecido.

Este episodio, “Atentado a la verdad” es una memoria sonora de la serie “Los callaron” que hace parte de la segunda exposición de Entre Ríos Museo, “Palabra silenciada”. Coinvestigadores Sara Castillejo, Álex Galván y Ginna Morelo. Musicalización y producción, José Díaz.