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Presentación

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Capítulo cero: Matar el Pensamiento, historias de silencios.

La muerte del pensamiento crítico es una de las consecuencias más crudas de la guerra en Córdoba, departamento del caribe colombiano.

Ese capítulo no contado desde las memorias subterráneas –privadas e íntimas– de testigos, sobrevivientes y resistentes, lo abrimos públicamente con el permiso de ellos, para intentar entender cómo se configuraron los silencios en el territorio.

Fueron los paramilitares los que cercenaron toda posibilidad de expresión libre y lo hicieron con rigor durante dos décadas de diferentes maneras, escogiendo a la Universidad de Córdoba como el centro de dicho propósito.

Los profesores, los estudiantes, los trabajadores lo vieron venir, pero se impuso el silencio.

Tuvieron la palabra secuestrada, mucho tiempo silenciada. Hasta que ya no se soportó más esa injerencia paramilitar que cambiaron los estatutos.

Quien habló, Serafín Velásquez, profesor de la Universidad de Córdoba, lo dijo con claridad. Él ha sido el guardián de la memoria de la toma paramilitar a la Universidad de Córdoba.

Primero fueron los crímenes de profesores que defendían distintas causas territoriales, como el derecho de los embera katíos a permanecer en su territorio.

Para los paramilitares eso no fue suficiente y entonces se tomaron la Universidad mutilando los movimientos sociales; prohibiendo la lectura de Marx, el uso de las abarcas, de las mochilas. Silenciaron las voces de investigadores cordobeses, cuyos libros hoy son desconocidos en la región. Instalaron la obligatoriedad de las paredes blancas y lo hicieron encargando a una cuadrilla de muchachos de borrar los grafitis que hacían los estudiantes. Impidieron la creación de programas como el de Filosofía. Interfirieron en la elección de rectores, impusieron sus candidatos e hicieron nombrar aliados en cargos administrativos. Algunos de ellos, incluso hoy, siguen trabajando allí.

Adriana Lucía: (Canción)

El silenciamiento del pensamiento crítico en la Universidad no es una historia lineal, tiene tantas aristas como testimonios del horror.

La docente titular, María Alejandra Taborda, con su testimonio, explica cómo fue limitada toda forma de pensar distinto en la U.

Formada en Ciencias Sociales en la Universidad Pedagógica Nacional y geógrafa de la Universidad Nacional, entró a reemplazar a James Pérez Chimá, profesor de la Universidad de Córdoba que fue asesinado.

Yo no conocía a Córdoba no, yo no, ero era un momento muy complicado del aís, que es que ya estaba, ya había vanzado los 90 estábamos en el 2005 y o era docente de la Universidad istrital, pero también era docente del istrito, yo trabajaba como docente niversitaria en ese momento y en el istrito. Humm, había pasado por la edagógica y entonces abrieron un oncurso aquí en la Universidad de órdoba, me vine para probar como la uriosidad de cómo era un concurso, orque yo estaba era pensando en los oncursos que se abrían en Bogotá, de odas manera pasé, entonces pues me ine, me vine y me vine muy como sustada.

Me vine y todo el mundo me decía y usted por qué se va para allá (entre risas), usted por qué se va para allá, si allá solo hay paramilitares, usted qué va a hacer allá, dígame usted qué va a hacer allá usted es sindicalista, usted es como loca que se va a meter allá.

Me advirtieron, eso también fue una cosa impactante, que no utilizara bibliografía marxista, que no utilizara ciertos autores porque el contexto en el que se estaba, fue lo que me advirtieron y yo particularmente sí dejé toda mi bibliografía, pues uno en la formación de Ciencias Sociales, que yo trabajo toda la parte teórica pues yo manejo todos los autores, marxistas, estructuralistas, funcionalistas, pero todo lo marxista, particularmente, no viajó para para Córdoba. Humm, eso pues me intimidó, me intimidó. Me intimidó también que me dijeran, me intimidó mucho que me dijeran bueno y absténgase de hacer ciertos comentarios en clase porque los salones están llenos de tiras. Hay gente que está ahí. Eso también me me intimidó.

Cuando yo entro a Universidad doy como diez pasos y la miro y la detallo y yo dije pues esto tan raro no hay un letrero estas paredes tan blancas, no había visto una universidad pública tan blanca, no había un solo letrero, yo no podía creerlo porque uno entra a la Nacional, a la Pedagógica o sea eso hay letreros hasta en el piso, o sea esa capacidad de expresarse del movimiento estudiantil que es la pared, que sigue siendo la pared, y que no importa qué pase en el mundo virtual esa pared, no existía, eso sí me asustó. Yo sí me asusté, las paredes me asustaron, pues me me me me me algo ahí como extraño. Entré a los baños, dije voy a mirar, los baños limpios no había ni siquiera letreros morbosos, como si hubiera, como si estuvieran controlando hasta la sexualidad, cosa así, esa es una cosa realmente extraña. Y todo muy limpio no había expresión de nada.

La toma a la Universidad fue a Sangre y Fuego, de eso no duda también la profesora Alba Lacharme

Y yo me dirigía a iniciar clase con mis alumnos y estaban todos ya retirándose algunos, me dijeron “profe, hoy no vamos a ver clase”

estaban en el salón unas minicoronitas de flores con un puñito de sal en cada pupitre, en cada escritorio, eran unos unos escritorios de mano y la señora que estaba haciendo el aseo vino y me llamó y me dijo “profe, profe Alba, venga a ver esto”, y yo le dije “deje eso ahí quietecito, no mueva nada”, pero sí, nos asustamos y nos impresionó muchísimo, en ese momento esas coronitas querían mandar un mensaje para los alumnos nuestros.

Yo conservo todavía la constancia mía laboral del año de 1999 y del 2000, en ese momento tenía el listado de mis alumnos y yo veía cómo esa lista de mis alumnos se iba reduciendo poco a poco y eso me entristecía enormemente

se tomaron muchas vidas de personas que deberían estarnos acompañando ahora en estos momentos de una manera u otra, yo tendría ahora alumnos de 46, 47 años que fueran compañeros míos actualmente en la universidad.

Un día del primer año de la pandemia, Ginna Morelo, mujer Caribe, investigadora, periodista y mamá, nos invitó a producir Entre Ríos, este espacio virtual sobre el silencio y la memoria. Ella se hizo periodista en Córdoba, investigó más de lo que pudo publicar y se ahogó también en el silencio.

Viví y trabajé en Córdoba en 1995 en El Meridiano. Era la época en que todos los días mataban a alguien en mi región.

Al principio uno chiquitito no sabía dónde estaba parado. Me movía de un lado a otro desconociendo las fuerzas oscuras que se mimetizaron en la sociedad.

Los periodistas que estábamos allí dimos cuenta de la violencia: fuimos contadores de muertos y de sus historias circunscritas al qué, quién, cómo, cuándo y dónde.

Cuando la violencia se ensañó contra los profesores y los estudiantes de la Universidad de Córdoba, me comencé a preguntar por los por qué y a acercarme a personas como el profesor Hugo Iguarán Cote, el que quiso ser rector y lo mataron, mi vecino.

En algún momento creí que podía pasar de la escucha a la acción y entonces investigar desde el periodismo y escribir.

Comencé a escribir sobre lo que me ahogaba.

Cuando tuve esas historias listas se las compartí a un par de amigos para que me ayudaran a editar y a corregir y me aventuré a publicar un libro por mi cuenta -Tierra de sangre-, una edición limitada.

Una de las historias incluidas era “La toma a la U”.

Al recibir el ejemplar borrador de la editorial, una editorial chiquita de Medellín, también recibí un mensaje vía telefónica: “Sabemos a qué hora salen tus hijos del colegio”, me dijeron.

Me comenzaron a seguir. Me abordaron en una calle céntrica de Montería, donde nací, y me dijeron: “Le mandan un mensaje: deje quieto el tema de la Universidad de Córdoba”.

Finalmente publiqué el libro cuyo prólogo escribió Juanita León, directora de La Silla Vacía y presentó en Córdoba, en Cereté, la periodista y hoy comisionada de la Verdad, Martha Ruiz.

Pero esa historia, la de la Universidad de Córdoba, no salió en el libro. Tuve miedo. Tuve miedo.

Veinte años después Ginna escribe con el guardián de la memoria y los testigos, y publican un coro de voces que incluso hizo canción la artista Adriana Lucía.

Adriana Lucía: (Canción)

A todos los que escuchan y van a escuchar, nos hemos acompañado a lo largo de un año entre Montería, Bogotá, Manizales, Vancouver, Montreal, Berna, Amsterdam, Berlín, con el apoyo de un equipo que Ginna llama “La Compañía”.

Voz narradora: La producción de esta memoria sonora se logra finalmente con el apoyo de la Konrad Adenauer Stiftung de Colombia, Reporteros sin Fronteras de Alemania y la Universidad Javeriana.

Yo soy José Díaz, el productor de la serie sonora y les presentamos: Matar el pensamiento, historias de silencios.

Adriana Lucía: (Canción)