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El profesor

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Matar el pensamiento, historias de silencios

Capítulo 2 Alberto Alzate Patiño, admirado y reconocido docente de la Universidad de Córdoba publicó junto a otros colegas el primer estudio sobre los impactos de la construcción de la represa Urrá y otras investigaciones sobre la concentración de tierra en Córdoba, lo mataron, sus libros fueron ninguneados, su hija Ana Carolina Alzate cuenta su historia:

El profesor

...al día siguiente mi mamá quemó todo, quemó todos los libros de mi papá, todos los manuscritos, los casetes con las grabaciones, nosotros teníamos un patio grande y mi mamá quemó todo...

De un plumazo Berta Brunal desapareció para siempre los archivos del profesor Alberto Alzate Patiño. ¡No dejó nada!

Dos días después del crimen de su esposo, ocurrido el 16 de julio de 1996 en Montería, se deshizo de todo y le puso candado al tema. Condenó la memoria de su compañero al silencio y les pidió a sus hijos mirar hacia adelante.

La historia no me la contó ella, porque su promesa ha sido inquebrantable: nunca más referirse al crimen de Alberto y así me lo hizo saber en un escueto mensaje de Whatsapp.

Quién era el profesor y qué fue lo que le pasó me lo relató, 25 años después del asesinato, su hija Ana Carolina.

Nos conocimos de forma virtual porque así lo exigió la pandemia, pero en enero del 2021, la ahora abogada de la Universidad Nacional acudió a nuestra cita en casa, en Bogotá. Llegó, se quitó la mascarilla y comenzó a hablar con apuro, pero sin urgencia.

Esto de ser hijos de la guerra es una cosa que con la hay que cargar toda la vida. Esto no es una cosa que se supera ni con un duelo ni con los años ni con el tiempo ni con la psicoterapia. Yo estuve dos años en psicoterapia y desde ahí toda mi vida ha sido la búsqueda de terapias alternativas que me permitan sobrellevar el tema desde distintos ángulos.

Lo que pasó con el profesor Alberto Alzate Patiño duele de manera particular porque cuando ocurrió no teníamos ni idea en Córdoba de a quién habían asesinado, y así permaneció su historia por muchos años, sin contexto.

¿Quién era el filósofo, nacido en Chinchiná, que llegó a la capital cordobesa en los años 70?

Mi papá era un hombre paisa, del eje cafetero, de una familia campesina dedicada al café. Entonces, todos hombres, además, hijos hombres, solo una mujer entre sus hermanos. Entonces de un trato rudo, rudo, parco, distante. Entonces cada vez que yo encontraba en él una cosa dulce, suave, tierna para mí era todo un acontecimiento. Entonces yo como que me pegaba de encontrar esos momentos en que él bajaba la guardia de toda esta armazón tan ruda, y tan parca, tan silenciosa. Porque mi papá era un tipo más bien como reservado, como silencioso. No hablaba mucho de él, no hablaba mucho de su niñez. No hablaba mucho de su historia antes de llegar a Montería. Se reservaba mucho las opiniones que tenía de la gente que estaba a su alrededor. Entonces, no era muy fácil saber qué opinión tenía de la gente porque no conversaba mucho sobre eso.

Quienes lo conocieron y recuerdan dan fe de su rigor y ese ser parco; pero también de lo apreciado que era por sus alumnos, por las comunidades. El profesor Alzate era toda una institución en Planeta Rica, donde un colegio lleva su nombre. Alcides Muñoz, su compañero de trabajo de ese entonces así lo recuerda.

Alberto era mi amigo personal. Estudiamos juntos una maestría y pues era un hombre muy, era un sabio, era un investigador. Era un hombre que se asombraba por cualquier cosa. Y eso era objeto de una reflexión investigativa por parte de él.

Más que el profesor, como un maestro de vida. Un hombre que le gustaba más que enseñar le gustaba formar. Entonces yo, lo que recuerdo de mi papá siempre es un acompañamiento, y un compartir con él, pero donde siempre estaba recibiendo yo como unas lecciones de vida, de formación de la personalidad, del pensamiento, de la visión del mundo.

Eh, este, qué más, qué más recuerdo de él, recuerdo el hombre ejemplar, sí, el tipo que siempre tenía como una respuesta adecuada. Un comportamiento apropiado. Una decisión justa, o sea siempre tuve como esa percepción de mi papá, que si recurría a él muy seguramente iba a tener como la decisión más sensata a la que yo pudiera acceder dentro de los recursos que tenía a mi alrededor. Entonces eso también me generaba a mí como una confianza muy chévere de saber que había como una base sólida, un respaldo fuerte, a donde, al que yo podía recurrir si me encontraba en alguna dificultad de una decisión, de una situación.

Los trabajos del profesor Alzate lo llevaron a empaparse de Córdoba, a estudiar la región, a escribir y a proponer. Participó junto a Orlando Fals Borda y David Sánchez Juliao en la Fundación del Caribe, un Centro de Investigación Social que se encargó de develar la desigualdad de la región

Esa historia la tiene bien fresca en su cabeza Guillermo Gulfo, economista, monteriano, quien participó de la Fundación cuando ya llevaba varios años de creada. Allí, Gulfo conoció a Alzate.

El doctor Orlando Fals Borda llega a Montería hacia el año 1972 verdad y para él tener su soporte legal y de trabajo y de garantizar la forma para hacer su trabajo de investigación verdad él organiza en el año 1972, precisamente el 11 de diciembre de 1972 constituye la Fundación del Caribe, como marco institucional para él realizar sus trabajos que fueron bien interesantes. La historia doble de la costa, verdad, esos trabajos que él hizo aquí en Montería, entonces él organizó la Fundación del Caribe y se apoyó y llamó a participar, ahí estuvo el gran escritor David Sánchez Juliao, lo acompañó en la constitución de la Fundación del Caribe, igual que Víctor Negrete Barrera.

Víctor Negrete es un historiador cordobés, que se ha dedicado toda su vida a estudiar los conflictos sociales de la región y a sistematizar dicho trabajo para no dejar borrar la memoria. Fue director de la Fundación del Caribe en el tiempo de Orlando Fals Borda, el tiempo en el que se sembraron las bases de lo que sería esa organización.

Creamos esa fundación y comenzamos a trabajar con el movimiento campesino, y lo primero que hicimos, fue cómo sería para ayudar a que las luchas campesinas fueran, fuesen más eficaces no, para eso había que hacer una investigación, había que averiguar los antecedentes, había que averiguar toda esa información.

Y para todo ese proceso se requería gente cualificada. Fue así como ingresaron a la Fundación del Caribe Alberto Alzate, director del Centro de Investigaciones de la Universidad de Córdoba, y otros profesores de esa institución.

La primera etapa, es como dice la metodología, es investigación verdad, ahí él acude a la academia, el doctor Orlando acude a la academia y ahí aparece el doctor Alberto Alzate, Berta Susana Brunal, Roberto Yances Torres, Misael Díaz Urzola, porque ellos, Alberto Alzate y Misael estaban vinculados a la Universidad de Córdoba. Entonces eran el apoyo académico para Orlando adelantar el plan investigativo, de comenzar a recolectar información, a recorrer las veredas, los municipios, las zonas campesinas.

La Fundación de Caribe fue determinante en la lucha campesina en Córdoba y Sucre, y también en la producción de valiosos trabajos investigativos, como el que lideraron Alberto Alzate y su colega Misael Díaz Urzola sobre los impactos y afectaciones a los ecosistemas que traería la construcción de la represa hidroeléctrica de Urrá.

El libro que resultó de esta investigación se titula Impactos sociales del Proyecto Hidroeléctrico de Urrá y fue publicado en enero de 1987.

Una investigación que incomodó, incomodó a muchos.

Indudablemente, el trabajo Impactos fue un trabajo que afectó mucho o sea tuvo mucha acogida y llamó mucho la atención, porque en esa parte de los impactos ambientales era apenas se comenzaba como a hablar de eso, casi nadie hablaba de eso verdad. Y uno de los impactos sociales y ambientales de la construcción de la hidroeléctrica era una cosa relativamente novedosa, nueva que no se conocía mucho pero que indudablemente ya comenzó a calar. O sea, todos estos conceptos que aquí se emitieron un trabajo muy serio, muy minucioso, con muchas consultas con las mismas comunidades, con los mismos afectados, las personas que iban a ser afectadas por la construcción de la hidroeléctrica, se obtuvieron muchos testimonios, muchas opiniones y eso y eso se reflejó en el estudio verdad. Y es más, hubieron ciertas dificultades para la financiación del proyecto porque la Interamerican Foundations, una entidad dependiente del Congreso de los Estados Unidos y ellos también los tocó en parte, los conceptos que aquí se emitieron. Entonces ya eso comenzó con las entidades que ya estaban encargadas de ejecutar ese proyecto comenzó a generar resistencias, dificultades, oposiciones, cuestionamientos porque nadie había dicho lo que se dice en ese documento.

Para Guillermo Gulfo el libro ponía sobre la mesa dos grandes temas de discusión: las afectaciones a la seguridad alimentaria y a la etnia embera katío.

Urrá estaba, recordemos que Urrá estaba planteado como un proyecto multipropósito verdad. Y uno era pues la recuperación de tierras verdad, que no se inundaran de que no se produjeran las inundaciones. Pero uno de los trabajos, de las cosas que la Fundación encontró y que se hacía valer era la parte en la seguridad alimentaria y era la desaparición de las especies ícticas del río Sinú, era una cosa que era la base alimenticia de la población campesina e indígena del departamento de Córdoba porque el río Sinú baña desde el sur hasta el norte al departamento de Córdoba, y no solo con el suministro de agua sino con la pérdida de la base alimenticia de las especies ícticas como el bocachico que era el emblema de nuestro río Sinú. Y además de eso, los procesos erosivos, los procesos erosivos que se iban a producir en el río Sinú, en las cuencas, en las riberas del río Sinú.

El territorio donde se construyó las 7 mil hectáreas, donde se construyó la hidroeléctrica era un resguardo, era parte del resguardo indígena de los embera y tocó desplazarlos y eso fue un golpe muy fuerte para esta comunidad, que prácticamente la desapareció, porque los indemnizaron, los desplazaron, pero perdieron todo, su cultura, su territorialidad, la lengua, todo. Eso fue uno de los más grandes impactos también que produjo la hidroeléctrica. El desplazamiento, el desplazamiento de esta comunidad embera katío que estaba en este territorio donde se construyó la hidroeléctrica.

Urrá se comenzó a construir en el alto Sinú contra viento y marea. Por encima de las voces de críticos y opositores. Esa región del sur de Córdoba ha resistido históricamente innumerables conflictos de las guerrillas de las Farc, el EPL, la incursión violenta del paramilitarismo y la disputa entre bandas por rutas del narcotráfico.

Esa zona en disputa y rica en biodiversidad, como bien lo sabía el profesor Alzate, albergaría la primera hidroeléctrica de la región.

Los recuerdos de Ana Carolina sobre las investigaciones de su padre son vagos, tenía apenas unos 12 años cuando lo veía llegar de sus largas faenas de campo y encerrarse en la biblioteca a teclear y teclear...

En esos tiempos el profesor Alzate era director del Centro de Investigaciones de la Universidad de Córdoba, y en calidad de ello, y desde la Fundación, investigaba sobre el Alto Sinú.

Se internaban por muchos días, lo que sí recuerdo es que empiezan a internarse por muchos días, pues imagínese eso aquello yo creo que todavía estamos hablando del 89 o 90. Los teléfonos escasos, incluso los teléfonos fijos eran escasos en Montería, y buscar información, tener acceso a la información pues se requería de trabajo de campo directamente, así que este equipo se internaba en la montaña, en el Nudo del Paramillo, en el sur de Córdoba, por semanas, por semanas en las que quedábamos totalmente desconectados de qué pasaba con ellos, desconectados de mi familia de qué pasaba con mi papá porque no había manera de comunicarse con él. Pero allá pasaban semanas hablando con las comunidades, recolectando testimonios, grabaciones, entendiendo desde la cosmogonía indígena cuáles eran los daños no solamente los daños ambientales sino los daños como en el patrimonio cultural de los grupos indígenas que estaban asentados en esa zona.

Y se van enterando de situaciones, de amenazas, de violencia, de constreñimiento, de desplazamiento forzado y de todo este tipo de cosas que ya no son tan oficiales dentro de un proyecto estatal.

...nosotros estábamos en contra de eso, nos pronunciamos y todas esas cosas, entonces también los intereses que habían allí.

Recuerdo también en esos trabajos de investigación social y especialmente de los impactos de la represa de Urrá, de la hidroeléctrica de Urrá, semanas en que se internaba en el monte con su equipo de trabajo, entonces él se iba para Tierralta en aquella época donde no había celulares y por supuesto, un teléfono cada cuanto, en qué área. Y recuerdo mucho la angustia de mi mamá

que se quedaba en casa muy nerviosa. Esos eran tiempos muy agitados, mi mamá se quedaba en casa muy nerviosa sin saber qué pasaba con él en semanas, en semanas que se internaban en el monte. Bueno, luego cuando él regresaba había tantas historias de esa estadía en el monte porque lo que él contaba era que caminaba mucho, caminaba mucho con su equipo de trabajo. Él le tenía mucho miedo a encontrarse con la guerrilla.

El profesor Alzate siguió trabajando sin pensar que su labor, despertar las conciencias sobre la importancia de lo ambiental, sería un riesgo o le generaría detractores. Fue madurando en su pensamiento y siguió cocreando un nuevo estilo de educación en el que el ambiente lo era todo.

Entonces empiezan esta reflexión de que la educación no podía seguir creando humanos que se autodestruyeran y empieza a entender que la dimensión ambiental tenía que ser superior al ecologismo. Entonces yo lo escuchaba decir que el ambiente, que los temas ambientales son mucho más allá de la ecología y del cuidado de la florecita, del conejito, de los animalitos, porque el ambiente es todo, incluyendo a la humanidad y que no se podía estar protegiendo a la ecología sin entender el problema social que hace que la humanidad destruya su hábitat, su entorno. En esa medida él se separa de toda la corriente ecologista de esa época y de los ecologistas, de los ambientalistas que eran ecologistas de esa época y él se adentra más en los temas de la educación ambiental entendiéndola como que no podía ser una cátedra en la universidad o en el colegio, sino que tenía que ser realmente multidimensional y abarcar todo el proceso educativo.

En ese ir y venir Alberto Alzate acabó fundando con el profesor de Planeta Rica, Córdoba, Alcides Muñoz, un colegio que se salía de todos los esquemas. Uno en el que los currículos eran atravesados por lo ambiental. Uno en el que las clases no se tomaban de forma convencional. Una escuela en la que había una especie de alternancia como la que existe desde el 2020 por la pandemia: los niños asistían al colegio dos días a la semana y tres días trabajaban en su casa.

Ese estilo educativo promovía tres condiciones: que los alumnos estudiaran en armonía con la naturaleza, desde una concepción eminentemente ambiental; que aprendieran la importancia de la convivencia ciudadana y la promovieran; y que la reflexión producto del conocimiento debía derivar en investigación.

Toda esta iniciativa nace a partir de 1992. Yo en 1992 fui secretario de Educación del Municipio de Planeta Rica y adelanté los procesos para que la Universidad de Córdoba contratara con el Municipio un convenio para hacer un estudio real de situación de la educación en el Municipio. Y la Universidad de Córdoba asignó a Alberto Alzate Patiño para que estuviera al frente de ese equipo.

¿En qué momento la investigación social de Alzate, un hombre silencioso, serio y riguroso, se convirtió en una verdadera amenaza?

¿Y para quiénes?Ana Carolina, su hija, no tiene una respuesta para ello.

Yo no viví en casa que mi papá estuviera preocupado por su trabajo, desde el punto de vista de la peligrosidad del trabajo. No, yo no viví eso, yo no lo oí manifestar eso, no lo oí en ningún momento que él estuviera asustado que estuviera preocupado que estuviera amenazado. Mi papá nunca estuvo amenazado. Cuando yo hablo esto con mi mamá, mi mamá lo que me dice es: nosotros nunca recibimos una amenaza, que nos hubiera, que hubiera sido ideal, hubiera sido bueno tener una advertencia que nos diera juego de movernos, pero nosotros no tuvimos eso.

Sí percibía preocupaciones, pero no de manera, como amenazas directas contra ellos, sino la preocupación general del entorno violento sí era una época en que mataban profesores, y los encontraban en las vías, en una finca, en una carretera. Entonces eran este tipo de situaciones así tan violentas que ellos las comentaban, las comentaban en la intimidad de la casa y manifestaban la preocupación de que el entorno estaba cada vez más difícil, pero nunca escuché nada y luego lo corroboré con mi mamá que hubiera una amenaza directa contra alguno de ellos, que sintiera que la cosa pues estaba muy cerca y que había que tomar otro tipo de decisión como de pronto, cambiarnos o irnos de la ciudad, no.

Y ahí en esa, en la Fundación del Caribe mi mamá era muy activa en eso, lo acompañaba en todas esas tareas. Pero no, en conclusión, Ginna, yo no viví en casa que estuvieran asustados o tuviera miedo por el proceso que llevaba mi papá de investigación y de trabajo ambiental nunca se vio como arriesgado.

Tan despreocupados estaban que el profesor Alcides cuenta que se movían por todos los pueblos y veredas con la tranquilidad del deber cumplido. Pero un día todo cambiaría.

Pues ese día a Alberto lo habían citado supuestamente una periodista española para hacerle una entrevista sobre todas esas investigaciones que él venía haciendo y el caso de este colegio.

Mi mamá decide hacer una cena familiar e invitarlos a todos, entonces ya eran como las 7 de la noche y estábamos cenando y entonces aquí estaba la abuela, las tías, los esposos de las tías, mi hermano, mi papá, mi papá y yo, cenamos y ya casi que terminando la cena suena el timbre, suena el timbre, mi papá es el que se para atender la ventana, estas eran unas ventanas grandes corredizas entonces él se va hasta la sala corre la ventana y escuchamos que dicen el profesor Alzate por favor, usted es el profesor Alzate, si soy yo. Y le disparan desde afuera, pero a través de la ventana, pero él está en la sala pegado a la ventana. Entonces él cae en la sala, él cae en la mitad de la sala y todos gritábamos, gritábamos, yo recuerdo que estábamos paralizados nadie se movía, pero gritábamos.

Yo no entendía muy bien qué había pasado y yo miraba a mi mamá que estaba muy pálida gritando y yo le decía qué pasó, qué pasó. Entonces mi mamá me contesta: mataron a tu papá. Entonces cuando ella me dice mataron a tu papá yo tengo la reacción de ir a buscarlo e ir hasta la sala, porque él queda en un ángulo que yo no alcanzó a verlo desde donde estaba yo y lo encuentro tendido en el suelo y a mí lo que se me ocurre es buscar las llaves del carro para que alguien lo lleve a la clínica, entonces empiezo a esculcarle la ropa para buscar las llaves del carro, yo estoy en eso y cuando yo levanto la cabeza, Gina, ya veo ya un montón de gente en mi casa, un montón de gente, que ya no era solamente mi familia o sea eran los vecinos. Yo no sé cuánto tiempo transcurrió entre ese momento en el que yo voy a buscar, en que yo lo encuentro y empiezo a revisar su ropa, porque para mí eso fueron como segundos pero cuando ya yo me levanto hay un montón de gente alrededor que ya no era mi familia ya eran otras personas y que entonces ya lo están levantando, levantándolo para llevarlo, para llevarlo a algún lado, este yo encuentro las llaves del carro pero fue más rápido parar un taxi, mi mamá se sale a la calle y para un taxi y estos vecinos y la gente que estaba ahí al lado, ya no recuerdo quiénes eran, los suben al taxi con mi mamá así que mi mamá queda en el taxi con él, la cabeza de él queda sobre las piernas de mi mamá, se van al hospital San Jerónimo, sí al hospital San Jerónimo, nosotros nos quedamos en casa, nadie lloraba, ya nadie lloraba en ese momento, yo dejé de llorar y de ahí ya no volví a llorar si no como hasta ahora que tengo 40 años.

La tristeza y la amargura por el crimen del profesor Alberto Alzate viven en los recuerdos de su amigo Alcides Muñoz y de sus estudiantes Marly Paternina y Rafael Novoa

La hija me llama inmediatamente lo matan y yo me fui para Montería a esa hora de la noche.

(8:23) No, los días posteriores fueron una angustia para mí. Angustiantes, sobre todo, porque el miedo, toda esta serie de cosas golpean a uno.

Yo fui alumna del profesor Alzate y el profesor Misael. En los primeros semestres nos dio clases el profesor Misael Díaz, y el profesor Alzate sí nos daba la materia ya casi para terminar la carrera. Eran muy buenos docentes. Por ejemplo, el profesor Alzate se puede decir que es una persona muy intelectual, muy filósofa. Para qué, fue una pérdida grande, aunque sinceramente […] como yo alcancé, tú sabes que uno como alumno, uno a veces conversa mucho con los profesores, y como yo, él se interesaba mucho por la parte de las comunidades indígenas, y yo soy de San Andrés, entonces yo siempre me compaginé con él, siempre hablaba con él, y yo tuve como mucho contacto cerca con él, sobre todo en la materia que él nos daba que se llamaba rural o agraria, algo así. Por eso, me afectó, me sorprendió mucho, cuando me dijeron, cuando yo estaba en San Andrés ya trabajando, Marly mataron al profesor Alzate.

Cuando oigo hablar del profesor Alberto Alzate Patiño, nuestro profesor de sociología rural, un profesor muy calmado, con esa cara de científico que tenía, con esa barba blanca sí y esa manera tan pausada de caminar, o sea emanaba esa paz y emanaba esa inteligencia.

Que siempre me destaqué con él en los trabajos que pedía y cuando pasaba en ese bus por la casa de él, porque el bus pasaba por la casa de él, por ahí por la cuarta, siempre pensaba “ahí vive el profesor Alzate”, “ahí vive el profesor Alzate”, nos dio clase, pasaba por ahí todas las mañanas y “ahí vive el profesor Alzate”. Cuando matan al profesor Alzate… paso por la casa de él y veo la ventana rota, creo que él no abrió la puerta, sino que le hicieron daño, ese daño sin abrir la puerta, cobardemente por la ventana, creo que fue así, de pronto alguien tiene más detalles, pero a mí me marcó mucho esa ventana.

Ana Carolina no puede referirse a la muerte de su padre como lo que es: un crimen.

Su vida cambió drásticamente desde entonces al igual que la de toda la familia. El miedo había llegado para quedarse.

Siempre dices cuando murió mi papá. ¿Te cuesta nombrarlo de otra manera?

Sí. Sí. Sí, me parece muy violento revivir otra vez las cosas con las palabras adecuadas.

Recuerdo este que yo no lloraba, yo no lloré. En todos esos días y hasta el funeral no lloré. Recuerdo a mi mamá, muy, muy devastada, mi hermano con 11 años lo recuerdo en shock totalmente. Recuerdo este mi hermano tiene unos ojos verdes grandes y recuerdo sus ojos verdes muy abiertos, muy rojos sin llorar. Pero también como en shock, él no lloraba. Yo tampoco. Eh, bueno, ya tiempo después entendí que es un fenómeno también del cerebro de desconectarse para no morir frente al impacto tan fuerte de los hechos. Y yo realmente pude llorar la muerte de mi papá años después.

Pero pasaron unos días, nos mudamos inmediatamente de esa casa a la casa de mi abuela, con mi mamá y mi hermano; y empecé yo a decirle a mi mamá como que oye sabes qué, me voy a quedar un tiempo, me voy a quedar unos días contigo y mi mamá se asustó con esa primera idea y dijo no. El plan aquí con tu papá era que tú estudiaras derecho en la Universidad Nacional. Ese era el plan y sí lo vamos a seguir, así que tú te vas. Yo creo a las dos semanas yo estaba ya aquí en Bogotá comenzando mi segundo semestre de derecho sin contarle a nadie nada. Muy asustada, muy escondida, porque mi mamá tenía el temor de que por supuesto, la muerte de mi papá tenía que ver con los trabajos que estaba haciendo y ella estaba involucrada en esos trabajos. Así que ella logró contemplar la idea de que podían ir por ella también. Entonces pensar en que yo estuviera por fuera, la aliviaba un poco. Y bueno se quedó con mi hermano en Montería mientras yo estaba acá, pero entonces el pánico era total. Así que yo no contestaba un teléfono. Yo no hablaba con nadie desconocido. Yo me mantenía de mis clases en la Universidad a la casa donde vivía muy cerca a la Universidad Nacional. Y esa fue mi vida durante los 4 años y medio siguientes que duró mi carrera. Sin conocer gente. Yo no fui a fiestas, yo no fui a eventos, yo no fui a conciertos, yo no salí a conocer la ciudad, yo no exploraba nada, yo no hice viajes de camping ni de todo ese tipo de cosas que se hacen en esa etapa de la juventud, que ahora me dicen bueno, pero tú nunca te fuiste a un camping, no nunca me fui, nunca me fui por miedo, por estar escondida y tú nunca te fuiste y te fumaste un porro de marihuana. No, nunca lo hice porque mi vida era ir a mi clase, y esconderme en mi casa y ya. Y eso fue mi vida 4 años y medio más, hasta que terminé la carrera. Bueno, entonces todo ese tiempo mantenía yo entre el miedo de que podía perder a mi mamá también en cualquier momento y el miedo de que me encontraran a mí. Porque yo no sé por qué había como todos esos miedos cruzados de que podían estarme ubicando. De que no sé, porque no sabíamos exactamente qué había pasado, no sabíamos quién estaba detrás del asunto ni por qué exactamente había ocurrido todo esto, así que cualquier cosa podía haber sido posible que hubiera generado ese desenlace.

Y no hubo justicia para aclararlo. No hubo investigaciones rigurosas. Era el tiempo en que las autoridades en Córdoba estaban cooptadas por el paramilitarismo.

Sí, en esos días muy inmediatos a todo esto pues claro estuvo la Fiscalía, se inicia el proceso de investigación en la Fiscalía. Me tomaron una declaración, a mi mamá también y eso se queda totalmente quieto, suspendido, muchos años, muchos años. Pero cuando te digo mucho es hasta como hasta el 2013 y 2014, por fin entendí yo que quien estaba detrás de este homicidio de mi papá había sido Mancuso y el grupo paramilitar dirigido por Mancuso en la zona, pero esto ya cuando Mancuso mismo lo reconoció desde Estados Unidos, en una declaración que hace a la Fiscalía al proceso de Justicia y Paz, de los jueces especiales de justicia y paz en Bogotá que tienen esas teleconferencias con los paramilitares que estaban en extradición y que ya sabemos por reconocimiento directo de Mancuso que él era el victimario. Entonces pues imagínate, estamos hablando desde 1996 hasta el 2014. Toda esa época fue de una incógnita.

Él habla de la muerte de mi papá y de la de todos los otros profesores de la Universidad de Córdoba y eso como que lo envuelve en un solo paquete. No habla específicamente de por qué con cada uno y cuáles fueron las razones particulares, entonces él engloba todo eso bajo unas explicaciones que había que hacer limpieza en la Universidad de Córdoba, de todo lo que fuera guerrilla. Así queda la explicación, de todo lo que fuera guerrilla. Entonces ahí cabía cualquier cosa que se oyera crítico, investigativo, de un pensamiento diferente, que no concordara con esa incursión que tuvo el paramilitarismo en la Universidad de Córdoba, que la tenía cooptada y que se tomaban decisiones de carácter administrativo, presupuestal, académico en esa línea, y pues todo el que no se alineara con eso tenía que ser un problema, una amenaza.

Lo que sucede con la violencia es que te aprisiona hasta ahogarte, hasta dejarte solo en un océano de preguntas sin respuestas. Te llenas de desconfianza, te asumes en un permanente autocuidado que implica aislarte. Eso le pasó a la familia de Ana Carolina.

Mi mamá tuvo una reacción a toda la situación muy hermética, muy hermética hasta el día de hoy. Tú quisieras hablar con mi mamá pues va a decirte que no, 30 años después, si, no. Y esa ha sido la posición de ella desde ese mismo día en que todo sucedió. O sea, un hermetismo total, pensando en que ese hermetismo es el que podía mantenerla a salvo.

Ella no quiso seguir conectada con ningún miembro de la Universidad de Córdoba ni con la Fundación del Caribe. Ni con ninguno de los proyectos que estaba adelantando mi papá, ni con los familiares de otras víctimas. Ella no quería saber nada. Ella como que pensó, entre menos sepa, pues más a salvo. Entonces no tuvimos ese tipo de contacto y yo en Bogotá y yo en Bogotá. Así que yo estuve al margen de poderme conectar con otros familiares de víctimas.

Sé que ella alcanzó a conversar con Misael Díaz días después de la muerte de mi papá. Y que Misael le decía, no, es que la situación está muy difícil. O sea, cualquiera puede caer en esto. Y en efecto semanas después o meses después matan a Misael. Entonces no, pues eso confirma aún más, confirma aún más, que no puedes hablar con nadie, no te puedes conectar con nadie porque cualquiera, había, además, mucha desconfianza también cualquiera podía hacer parte de todo lo que había pasado. Cualquiera podía estar acercándose para averiguar qué estábamos haciendo para investigar o para saber o para entender qué había pasado. Entonces esta desconfianza si total nos mantenía muy al margen de conectarnos con otras situaciones similares.

No conocí al profesor Alberto Alzate. Hago parte de los miles de cordobeses que nos perdimos de conocer a toda una casta de intelectuales en nuestra región. De ese profesor barbado, con dejo paisa, como lo describe su hija, solo encuentro en los medios un escueto titular “ASESINADO PROFESOR”, acompañado de una fotografía en la que se exhibe un ataúd rodeado de personas en la entrada principal de la Universidad de Córdoba, en Montería. Al fondo una mujer y dos niños. Supongo que son tu mamá, tu hermano y tú, Ana Carolina. Veo la actitud de rendición de profesores que alcanzo a distinguir solo hoy, tras comenzar a conocerlos desde el 2000, la época de la toma del claustro por parte del paramilitarismo.La foto congela un momento, uno de dolor. También congela las voces que en ese entonces eran acalladas por las amenazas, las persecuciones, los disparos, las voces de una generación que se quedaba sin sus maestros, que presenciaba el exterminio con indignación, con rabia.

¿Ganaron los malos?, siempre me ronda esa pregunta cuando pienso en los crímenes de nuestros intelectuales...

..que esto más que las muertes individuales, cuando uno lo ve de manera global es exterminar la clase intelectual de un pueblo. Es de unas gravedades inmensas para las generaciones que vinieron después, porque tenían que mantener un pensamiento llano, plano, vacío para estar a salvo. Y eso va marcando una generación. Entonces es una generación en la que hay pocos poetas, pocos escritores, pocos artistas, pocos analistas. Entonces esta es una generación que está llena de abogados como yo, contadores, ingenieros (risas) que –sin que ese tipo de formación y de disciplina no sea valiosa, pero hay una búsqueda por desmarcarse de cualquier cosa que genere un pensamiento crítico por mantenerse a salvo y por poder vivir y encajar en una sociedad donde lo crítico, lo analítico, lo diferente está proscrito. Entonces te tienes que acomodar a un pensamiento homogéneo para mantenerte a salvo y para poder ser funcional dentro de esa sociedad. Ese es el daño que yo creo que se ha generado no solo con la muerte de Alzate, sino de toda esa generación, de ese grupo de personas de ese nivel intelectual que había en Montería.

Exterminar la clase intelectual de un pueblo y con eso generar un retraso de décadas en un pensamiento crítico es el daño que se estaba buscando. Es mantener una sociedad en pánico y bajo unos parámetros muy definidos de quien tiene el poder y si creo que lo logró.

Cuando dice lo logró se refiere a los paramilitares. En Córdoba, a Salvatore Mancuso.

Ese aparato represivo instalado en Córdoba logró exterminar el pensamiento crítico matando al profesor Alberto Alzate Patiño, el padre de Ana Carolina, y ella nunca más pudo volver a vivir en su tierra porque sintió que no encajaba.

Yo en este momento yo no creo que yo pudiera volver a encajar en la sociedad monteriana, con un pensamiento, así, ya tan desde afuera uno puede verlo que es muy conservador, y de una línea muy clara y muy tolerante con lo que pasó.

En la toma a la Universidad de Córdoba fueron asesinados 9 profesores y 17 estudiantes. Los sobrevivientes, hoy día, piensan que con ello se exterminó el pensamiento crítico.

Matar el pensamiento, historias de silencios es una memoria sonora resultado de la investigación realizada por Ginna Morelo con el apoyo de Constanza Bruno y Alex Galván,. Guardián de la Memoria, canción original, autoría de Adriana Lucía. producción de la serie José Díaz, la música utilizada es libre de derechos, esta memoria sonora la puede encontrar en el sitio web Entre Ríos es un proyecto que cuenta con el apoyo de la Konrad Adenauer-Stiftung de Colombia, Reporteros sin Fronteras, de Alemania y la Pontificia Universidad Javeriana.