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Los estudiantes

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Matar el pensamiento, historias de silencios

Capítulo 3

JHON CHARLES PELÁEZ PEÑA, LUIS JOSÉ MONSALVE BARRETO Y ROGELIO ENRIQUE RODRÍGUEZ BERROCAL, egresados de Agronomía de la Universidad de Córdoba fueron hallados muertos y con signos de tortura el 9 de febrero de 1998. Tres de sus compañeros urgan en sus memorias en las que se sembró el miedo y el dolor.

Los estudiantes

El 23 de julio de 1997 desaparecieron en la vereda Puerto Mutatá, en el alto San Jorge de Córdoba, a tres estudiantes de ingeniería agronómica de la Universidad de Córdoba: Jhon Charles Peláez Peña, Luis José Monsalve Barreto y Rogelio Enrique Rodríguez Berrocal. Casi siete meses después, el 9 de febrero de 1998, sus cuerpos fueron hallados, con signos de tortura, deteriorados por el tiempo.

Tú estudiaste ingeniería agronómica en la universidad de Córdoba en un tiempo convulso.

Sí claro,

Estudiaste con tres muchachos que terminaron siendo primero secuestrados y luego asesinados en el alto San Jorge. Rogelio Berrocal, Luis Monsalve y Jhon Peláez

Sí,

¿Tú qué recuerdas de ellos como compañeros o de alguno de ellos?

Digamos que de Luis te puedo decir que era un poquito diferente en el grupo porque era de esa parte pupi, digámoslo así, era bien criado de buena familia, nosotros la mayoría pues como conocerás en esa carrera en la universidad entonces era mucha gente bastante humilde. Eh, pero él siempre se integró muy bien, siempre fue parcero, el amigo, tenía unos ojos muy lindos y siempre pues hablaba conmigo.

Eh, de la otra persona que sí recuerdo yo mucho es John, John fue mí, digamos, mi compañerito de estudio, eh de lo que yo recordaba mucho de él era que él era el que me impulsaba mucho a estudiar, él era muy entregado al estudio, yo a veces andaba un poco dispersa en negocios y todo, pero la verdad es que fue una persona muy especial para mí porque él siempre era como el que nos cuidaba cuando nosotros salíamos, cuando estábamos en práctica nos cuidaba de las otras personas de los otros semestres. La verdad es que sí, de él lo que yo te puedo decir es que si él estuviera hoy vivo fuera un excelente profesional porque fue una persona muy completa en su estudio y como ser humano muy especial.

Luis, bueno, ¿tú hiciste parte de esa generación que te tocó vivir y hoy recordar un hecho muy terrible para la historia de la región como fue la pérdida de tres vidas que estaban en formación con ustedes, una de ellas Rogelio que lo conociste. ¿Qué recuerdas de Rogelio?

Bueno, en realidad a Rogelio lo veíamos como el hermano mayor, porque en realidad él tenía como unos cuatro semestres encima. Yo estaba más abajito. Y él era el coordinador de un comité de investigaciones, de simposios como tal, en la Facultad. Es una experiencia maravillosa, o sea si yo empiezo a recordar todo eso, todo el empuje, de toda la determinación, de todo el compromiso, fue maravilloso y sin tener escuela, fue algo muy natural y ese recuerdo es maravilloso. Gran parte de esas experiencias con Rogelio y con el colectivo son el acicate para mi formación científica, para mi formación académica, el amor a la ciencia agrícola, el amor a las ciencias biológicas. Entonces fue una experiencia bastante bastante enriquecedora. En ese sentido el contraste de su pérdida es tremenda, sobre todo porque era un tipo, no porque todo muerto sea bueno, pero sí en realidad era un gran tipo, uno de los mejores tipos que yo he conocido en mi vida.

Una excompañera y Luis Rodríguez también ingenieros agrónomos graduados en la Universidad de Córdoba estudiaron con Jhon, Luis y Rogelio.

23 años después de la desaparición de los estudiantes esculcaron sus recuerdos para volver a decir que esas vidas silenciadas les hacen falta. Ellas, son un canto inconcluso en la memoria.

(Canción)

A finales de los años 90 una juventud rural llegó a la Universidad de Córdoba a cumplir el sueño de abrirse camino en el mundo profesional, tal como la región lo reclamaba.

De ese grupo hacían parte JHON CHARLES PELÁEZ PEÑA, LUÍS JOSÉ MONSALVE BARRETO Y ROGELIO ENRIQUE RODRÍGUEZ BERROCAL.

Y quienes hoy nos relatan sus memorias Luis Rodríguez, Rafael Novoa y Marly Paternina.

Ingresaron a uno de los dos programas académicos con los que se fundó la institución, Ingeniería Agronómica, y más temprano que tarde confirmaron que estaban en el lugar indicado cuando se conocieron con profesionales, también egresados de allá, y con profesores eminentes que la violencia les arrebató.

Los tiempos eran agitados en la Universidad de Córdoba, pero las ganas de estudiar eran mucho más fuertes que los temores.

El tiempo que ustedes estudiaron en la Universidad ¿cómo se sentía el ambiente en la institución?

En los años en que yo estuve de lo que sí me acuerdo es que sí hubo pues el asesinato de varios profesores como Alzate. Yo tuve la oportunidad de ir a su casa, de varias personas que fallecieron en esa época. Cuando yo llegué era bastante, digamos, traumático.

Ser estudiante de la universidad de Córdoba era y sigue siendo para muchos, un orgullo. Recuerdo que quise estudiar ahí Ciencias Sociales cuando regresé en 1994 tras hacerme periodista en Barranquilla, pero tengo clara en la memoria la cara de la señora Doris, mi madre, sorprendida diciéndome que la de Córdoba era un sitio peligroso, su pensamiento también había sido capturado por el miedo, como el de tantos en nuestra región, como el mío tiempo después, como el de Rafael Novoa, otro estudiante amigo de los ingenieros agrónomos desaparecidos y asesinados quien asistió gustoso al encuentro con la memoria en octubre del 2020.

Allí, Rafael se refirió a esa dualidad de estar realizando sus sueños profesionales al mismo tiempo que veía caer a sus profesores sin entender qué pasaba.

Yo me acuerdo que cuando íbamos a la universidad los buses iban por toda la cuarta, esto se me vino a la mente hoy. O sea no lo había recordado como lo voy a expresar: los buses pasaban por toda la cuarta hasta la universidad entraban por el Inem y entraban a la universidad y la parada era en un palo de almendra que había frente al laboratorio clínico, sí. Nosotros venimos, la gran mayoría de los estudiantes, creo que de la universidad, pero de agronomía sí venimos de los pueblos, a veces de la zona rural, de esa educación que tenemos en Colombia en la zona rural y cuando llegamos a la universidad con tanto trabajo vemos a esos profesores de universidad con maestría, con doctorado y los idealizamos y son nuestros ídolos.

Entró la universidad en esa etapa de miedo, de zozobra que de pronto nosotros estábamos empezando, éramos muy jóvenes y el día a día de la universidad, de los trabajos, de las prácticas, de la recocha no le dábamos como que, no sentíamos ese temor porque cuando jóvenes somos parece que somos como inmortales, nos creemos a veces superhéroes, que no nos puede pasar nada y entonces venían las noticias, en la 33 por ahí por la 6, 5, 6, 7, saliendo de la casa cae el profesor Misael, me imagino que iba para la universidad a coger el bus ahí a la quinta y cae ahí una tarde e iban cayendo, nuestros profesores, profesores que no veíamos la mínima intención de maldad, de influencia, sí,de profesores que eran nuestros ídolos.

Y más enrevesado se tornó ese ambiente, pero eso no paralizó los sueños de echar para adelante.

John, Rogelio y Luis, los jóvenes que luego serían asesinados, se emplearon para hacer la encuesta agropecuaria en el marco del Sistema de Información del Sector Agropecuario Colombiano.

Y terminamos la carrera buscando graduarnos para ver qué íbamos a hacer, pensando si nos íbamos a dedicar a asistir algodón, maíz o a veces nos burlábamos y decíamos: “No, que tú vas a vender agroquímico, que te vas a comprar el SJ410 para ir a vender agroquímicos” y eran sueños que teníamos en esos tiempos y salen las oportunidades de trabajo y salen las del Dane, sí. Cuando los muchachos me dicen “Rafa, marica vamos a trabajar en el Dane, pagan bien, es una encuesta agropecuaria, es el área de nosotros”.

Censar los territorios para determinar población, actividades agrícolas, áreas cultivadas, extensión de tierras productivas siempre ha sido un tema complejo en Colombia. Implica acercarse a zonas conquistadas por los paraestados que han instalado las guerrillas, paramilitares, narcotraficantes muchas veces al servicio de poderosos que hacen parte de la legalidad.

Para investigar y hacer ciencia sobre la tierra es que están los ingenieros agrónomos, pero en Córdoba hubo un tiempo que los estigmatizaron. Enoín Humánez, egresado de la Universidad de Córdoba hoy exiliado, nos cuenta.

El programa de agronomía va a estar ligado a un asunto que ha sido crucial en la historia colombiana y que ha sido crucial en la historia regional, la lucha por la tierra. Córdoba es uno de los epicentros, Córdoba y Sucre, es uno de los grandes epicentros del movimiento social por la consecución de la tierra o por la redistribución o democratización de la propiedad de la tierra y los ingenieros agrónomos siempre fueron vistos como personas sospechosas, como personas que están generando en el campesinado una conciencia social sobre la importancia de tener tierra y que están ejerciendo una gran crítica sobre la tenencia masiva o acumulación de la tierra como bien generador de riqueza por pocas personas.

Los universitarios fueron contratados para adentrarse en los territorios. ¡Chicos a punto de graduarse que no iban a desaprovechar una oportunidad de trabajar y aprender! Pero esa oportunidad les costó la vida, como también lo relata el profesor y guardián de la memoria Serafín Velásquez.

Muchachos que estaban ansiosos de vida, ignorantes, dedicados a su academia, a sus investigaciones, entonces fueron a hacer eso creyendo que eso estaba normal. Con todo y que alguien dijo que no se metieran por allá. No, a nosotros no nos va a pasar nada. Inocentes. Ellos no tenían ningún vínculo con nadie. Y así como ellos cayeron otros.

Cuando desaparecen, cuando desaparecen los muchachos, cuando empiezan los comentarios que se los llevaron, que se llevaron primero a dos, después vinieron por el otro, o sea no lo creía ni tampoco creía que ese iba a ser el desenlace porque éramos jóvenes. No nos metíamos con nadie, no le hacíamos daño a nadie. Yo no entiendo en qué cabeza, qué tiene una persona en la cabeza para hacer un daño tan grande a una persona inofensiva, que no se puede defender sí, y entonces seguir torturando el pensamiento y seguir torturando el digamos la esperanza, porque a veces estábamos en la casa y decían “ya aparecieron” y nos íbamos corriendo para la casa de Monsalve que estaba más cerca, allí en la 29 frente a la Panadería “La Mejor” y nos íbamos corriendo porque ya Monsalve había aparecido y ¿qué?, ¿a qué obedecía eso? Llamaban a la mamá y le decían que estaba bien y que ya aparecía y no. Cuando vemos las noticias, ya de su aparición, o sea cambiar de los buenos recuerdos de una persona a ver en televisión un par de cráneos tirados a la intemperie en no sé dónde… eso me marcó para siempre, mis amigos...

La noticia de que los cuerpos de los ingenieros agrónomos tenían graves signos de tortura cambió de revés la vida universitaria y sembró el terror en los padres de tantos estudiantes. El guardián de la memoria Serafín, así lo testimonia.

Sobre todo, porque los padres de familia pues también estaban ejerciendo un control con sus hijos temerosos, obligándolos a que no participaran en nada, a que no contribuyeran con su pensamiento en hacer parte de cualquier tipo de organizaciones. Eso fue proscrito en ese periodo. 2000 al 2005 el movimiento estudiantil se acabó. Los jóvenes que llegaban a edad temprana pues no escuchaban, no tenían la influencia de estudiantes que ya tenían años de estar acá, que era lo normal que se viera, sino que ese silencio obviamente produjo entonces una juventud, aquí se graduaron alrededor de unas, yo diría que como ocho o más, como llamaríamos esos egresados de ocho años más o menos que salieron de aquí, que salieron sin una formación humanística por aquello de que todo eso estaba proscrito en las aulas de la universidad.

Los agrónomos no pudieron graduarse. 18 años después de su muerte, la Universidad de Córdoba, en una ceremonia simbólica, les entregó a sus familiares los diplomas. De Jhon, Luis y Rogelio quedan unos árboles sembrados en su honor en la entrada del edificio principal de la Universidad y una fría placa con sus nombres.

La solidaridad se sintió en aquel encuentro, pero sus gritos fueron ahogados en las aguas de la impunidad que inundan a Córdoba.

Con la muerte de ellos se abrió un tiempo tenebroso, que tenía como meta el silenciamiento del humanismo en la formación de la Universidad.

Matar el pensamiento, historias de silencios es una memoria sonora resultado de la investigación realizada por Ginna Morelo con el apoyo de Constanza Bruno y Alex Galván, Guardián de la Memoria, canción original, autoría de Adriana Lucía. producción de la serie José Díaz, la música utilizada es libre de derechos, esta memoria sonora la puede encontrar en el sitio web Entre Ríos proyecto que cuenta con el apoyo de la Konrad Adenauer-Stiftung de Colombia, Reporteros sin Fronteras, de Alemania y la Pontificia Universidad Javeriana.