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El sindicalista

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Matar el pensamiento, historias de silencios.

Capítulo 4

René Cabrales, sindicalista de la Universidad de Córdoba, se exilió en Suiza con su esposa para salvar su vida.

Catorce años después acepta viajar al pasado para contarle a los cordobeses de lo que no se hablaba, ni se habla.

El Sindicalista

Unos años antes de eso, como dos años antes, habíamos llegado a un acuerdo con la administración de la Universidad para que nos dotaran de armas, sí. Porque la verdad era que ni nos daban seguridad ni la Policía, ni el Ejército, ni el DAS, ni nadie nos daba seguridad. Entonces la Administración de la Universidad se comprometió a darnos unas armas a unos pocos directivos del sindicato que estábamos en posible riesgo, no, en situación de riesgo. (10:46). A mí me tocó un arma de esas, un pequeño, un revólver ahí 32, calibre 32. Un llama, bueno. Con ese revólver yo tenía que andar con él permanentemente, andaba con el revólver. Y yo decía bueno, por lo menos, por lo menos tengo la forma de disuadirlos o alguna cosa, pero nunca pensaba en tener que usar eso, nunca pensé que tenía que enfrentar una situación de esas.

El 10 de junio de 1996 el sindicalista de la Universidad de Córdoba René Cabrales usó ese revólver.

Se defendió de cinco hombres armados que irrumpieron en su casa y le dispararon.

Él, su esposa Ruby, sus hijos Alaín René, Alina, Renata y su nuera, Vilma Salcedo, se salvaron.

Alejandra Camargo Cabrales, su nieta de tan solo dos años, murió cuando los médicos intentaron extraerle una bala que se le alojó en la cabeza.

Una sola entrevista le hice a René sobre su lucha en el sindicato de trabajadores de la Universidad de Córdoba en aquel tiempo. Al hombre que tengo en frente, 25 años después, apenas si lo reconozco. En cambio, él sí me recuerda perfectamente. Me recibe en la estación de trenes de Berna, en Suiza, con su esposa Ruby, una mujer cálida y encantadora.

Me parece increíble estar aquí con usted.

Dice René: Y a nosotros también.

O sea, después de tantos años y le agradezco muchísimo que me haya, no sé, que me haya abierto las puertas porque sé que no es fácil. Y además la gente ya diría, quisiera pasar páginas de cosas, pero a veces también es necesario reconstruir historias para que la gente no olvide, para que la gente tenga memoria.

Claro, claro. Y bueno sí, te agradecemos a ti la visita también porque es muy agradable también tener una compatriota, una coterránea aquí también, que hable nuestro mismo idioma. Y bueno, y ponernos al día.

Nos alegramos de saludarnos con la timidez del reencuentro y la expectativa por reconstruir los hechos que lo marcaron para siempre.

Me sostiene su mirada templada y parca.

No se le quiebra la voz. Va directo a esculcar su memoria.

René asume con urgencia la necesidad de su historia, de relatar su verdad.

La verdad es que mi actividad sindical comenzó un poco tarde no, porque yo no, yo no estaba vinculado, nunca había estado vinculado a una, a una institución donde existiera un sindicato. Pues siempre trabajé un tiempo primero en la notaría con mi padre, que fue notario, unos cuatro años, trabajé con él ahí. Luego que él falleció pues quedé trabajando prácticamente autónomo sí y eran oficios pues muy, no eran permanentes no. Hoy día tenía, mañana no tenía un trabajo, y así. Así duré mucho, varios años. Tuve que irme a Cartagena a trabajar con una empresa de ingeniería civil en construcción de carreteras. Hasta el año 79 que decidí, ah el 78 perdón, que decidí regresar definitivamente a Montería y conseguí trabajo, pues entonces en la Universidad.

Tarde, pero por fin René se encontró con lo que llevaba dentro, lo que le movía la convicción y la energía...

Mis simpatías estuvieron con la izquierda, mi militancia en el partido comunista y la Unión Patriótica. Eso se combina muy bien con el sindicalismo, no, sí.

Empezamos entonces a darle vida al sindicalismo con ayuda claro está de la Central, de la CSTC. De allá de Bogotá la Central envió, envió un funcionario especialmente para ayudar en eso.

Eh, en nuestro Sindicato de la Universidad permanecía como un sindicato también de base independiente, no afiliado también. Eh, en ese, en ese proyecto pues de reorganización nosotros asumimos la personería jurídica de Festracor, sí, fuimos al Ministerio de Trabajo, hicimos un congreso sí con los sindicatos nuestros pertenecientes a la CSTC, y se formó entonces una nueva Federación que ya se llamó Federación Sindical Unitaria de Trabajadores de Córdoba, sí, afiliada a la CUT. Entonces también te digo que en ese momento sí, yo también había hecho parte con otros compañeros, habíamos ido a Bogotá a la organización de la Central Unitaria, fuimos delegados, sí, fuimos como delegados a la creación de la Central Unitaria de Trabajadores, entonces Federación Sindical Unitaria de Trabajadores de Córdoba (Festracor-CUT) se formalizó. Eso, dio para problemas porque el otro sector dijo que nosotros, mejor dicho, éramos, unos, nos habíamos robado el movimiento sindical, bueno usurpadores nos llamaron, sí y claro, en esa época también las costas, digamos, se arreglaban como que, a la brava, no. Hubo intentos de enfrentamientos y cosas así por el estilo. A fin de cuentas, se llegaron a unos acuerdos con ese otro sector, se realizó un Congreso unitario y los grupos que estábamos en ese momento enfrentados por esa situación del sindicalismo nos unimos y fue donde ya se creó pues la nueva junta directiva de la Federación con todos los grupos de izquierda que estábamos, que hacíamos presencia en el sector sindical.

Sale, queda como Presidente Fermín Meléndez Acosta. Fermín Meléndez es el Presidente, luego el compañero vicepresidente, la vicepresidencia nos toca a nosotros con el compañero Edinson Pacheco López, también fue asesinado, ya. Nos tocó en esa directiva la fiscalía con Francisco Dumar Mestra, también asesinado, sí.

Es decir, con el renacimiento del movimiento sindical, el resurgimiento del movimiento sindical sí, despierta también eh pues digamos la reacción de la ultraderecha, en Córdoba. Sí, vieron como una amenaza que el sindicalismo en Córdoba se reactivara sí. Y en realidad pues se reactivó, se empezaron, es decir, ya se veía por ejemplo la movilización en los sindicatos, se veía la protesta, se veía, los 1 de mayo eran masivos, la gente acudía a las marchas del 1 de mayo con un entusiasmo, oíste, y bueno, empezaron a llover las amenazas.

Córdoba en los años 90 ya era un polvorín. Pensar distinto y expresarlo se cobraba caro.

¡Se cobra caro aún!

Y no fue un asunto circunscrito a la aparición de las autodefensas, desde antes hubo paramilitares.

-Eran tiempos pues muy, de mucha gitación política, sí. La niversidad asediada por el aramilitarismo, porque es que no odemos decir que el paramilitarismo es olamente las AUC, ni las ACCU, el aramilitarismo es mucho antes ya abía, ya había grupos paramilitares y demás de eso pues que ya había la rigada, cuando llegó la Brigada 11 ambién se pues se hacía más evidente a situación de las amenazas.

En abril creo que fue el asesinato de Duque Perea y Colón y en eso pues fue también un sepelio, fue algo masivo también, fue una protesta, en esa marcha que hicimos para llevar hasta el cementerio, hasta llegar hasta el cementerio pues se unió mucha gente, el profesor, Duque era muy querido, era una persona que trabajaba también pues con las organizaciones sociales, era un tipo político también, pero de izquierda también. Total, que ahí riegan un volante sí, un grupo que se hizo llamar Ojo por ojo. Ahí es donde aparezco pues ya señalado como una de las posibles víctimas, porque ellos hacen un relato, de que mataron a Cujavante, de que mataron, de que iban a acabar con los comunistas que enseñaban en los colegios y bueno, unas barbaridades. Y que, habían y que los siguientes serían algunas de estas personas. Había una lista. no. Me acuerdo de Victorio Gómez, Victorio Padilla algo así, que fue presidente de Ademacor, Victorio Gómez Padilla, era que era. Y varios que aparecimos ahí. Entonces en esa primera amenaza pues ya te disparan las alertas. Ya me toca pues ya tener más cuidado en la movilidad y todas esas cosas no.

Luego de eso ya se dan los siguientes asesinatos que te estoy diciendo de la directiva de la Federación sí y de otros sindicatos, claro está. Y hubo muertes de otros sindicalistas pues de otros sindicatos. Del Banco Cafetero, recuerdo yo. Eh, bueno, ahora mismo la memoria me falla, pero de todas maneras ya se estaban dando, y ante todo se estaba dando pues lo que era, se dieron masacres, se dieron asesinatos selectivos sí en diferentes partes del departamento de Córdoba. Ante todo, contra la gente que militara con el PCML, con el Frente Popular y eso y A luchar y la Unión Patriótica, lógicamente. Ya se estaban dando toda esa serie de asesinatos…

Pero la realidad de René Cabrales es que al llegar al sindicato de la Universidad sintió con más rigor la violencia en su contra. Intimidaciones y amenazas porque no se quedó callado, porque denunció lo que estaba mal.

En la Universidad había muchos, digamos enfrentamientos entre los sindicatos, la administración. Los estudiantes contra la administración, los profesores contra la administración, sí. Denunciando corrupción, denunciando sí malos manejos de presupuesto, la falta de presupuesto. Exigiendo pues la dotación de la Universidad, de los laboratorios. Y todo eso. Eso era, pues todo un manojo de problemas que había que la Universidad no funcionaba. Funcionaba, pero muy a medias ya. Un semestre podía durar 8 meses o un año para terminarse.

Sus denuncias ocuparon las páginas de los medios de comunicación que circulaban en la región, así como su voz se escuchaba en las emisoras locales. René Cabrales era un hombre conocido, vehemente.

Alguna vez escuché a un par de periodistas decir que era un hombre valiente, que parecía no tenerle miedo al régimen de terror que se había instalado en Córdoba.

Y no lo tenía, porque siempre se impuso al silencio. Él siguió desde su tribuna a pesar de las advertencias.

Bueno, qué te digo, yo estaba estudiando educación infantil en la Universidad a distancia, no. Allá se creó el programa cuando, sí. Estudiaba pues los fines de semana en la Universidad y esa vez había terminado el segundo semestre, el primer semestre, no el segundo semestre sí en junio había terminado el segundo semestre y… haber. Era un fin de semana. Ese fin de semana yo llegué a la oficina del Sindicato, porque yo tenía un permiso permanente para trabajar con la CUT, entonces yo frecuentaba el Sindicato porque yo asesoraba el Sindicato pues en las negociaciones de los pliegos de peticiones y todas esas cosas, siempre estaba pues ahí, es decir, yo no abandoné para nada pues la Universidad mientras estaba como presidente de la CUT, sí.

Llegué a la oficina del Sindicato y me visitó un amigo, un compañero, y me dijo que tuviera mucho cuidado porque se rumoraba que iba a haber un atentado en mi contra ya. A este amigo lo mataron.

Jaime Bula era esposo de una compañera de trabajo de la Universidad sí. Y muy amigo, muy amigo mío, sí. Entonces él me avisó de que iba a haber un atentado en mi contra porque ellos habían negociado ya como corriente de renovación socialista sí, una fracción del ELN. Y pues andaba con sus escoltas, bueno. Y Pues… de todas maneras… no sé de dónde consiguió la información me la hizo llegar, de inmediato yo le informé a la junta directiva del sindicato sí para que a la vez el sindicato tomara las medidas, me entiendes, que tenía, porque yo no iba a ir individualmente, digamos era mejor que el sindicato me representara en ese caso. Entonces los compañeros fueron a hablar con el rector. El rector llamó al comandante de la Brigada y el comandante de la Brigada le dijo que bueno, que sí que haríamos una reunión el día martes de la semana siguiente, porque el lunes era feriado.

Entonces yo termino mis estudios, mi semestre, sí ese fin de semana. Me quedo en casa, me oíste, me quedo en casa esperando pues hasta el martes que tenía la reunión con el comandante de la Brigada sí, que supuestamente me iba a atender sobre la cuestión de seguridad y no, el día anterior, o sea el lunes, que era feriado, pues nos hacen el atentado.

¿Usted estaba en su casa?

En la casa.

Voz narradora: Si uno tan solo escuchara a René, sin verlo, diría que ha aprendido a manejar sus emociones. Pero tenerlo enfrente da la posibilidad de observar cómo sus manos parecieran buscar las palabras para testimoniar lo roto, lo que duele. Su memoria intenta ser olvido.

Bueno, a veces la mente como que trata siempre como en una forma de defensa no, siempre trata de no recordar. De no recordar los hechos, porque de todas maneras lastiman, no. Entonces, una forma de la mente, de la memoria es olvidar. Oíste, y no tener presente mucho las cosas, así como que muy puntualmente, pero bueno. Lógico un hecho terrible, terrible, para mí y para nuestra familia, un hecho terrible.

Ya pues se habían dado previas amenazas, previos seguimientos. Eh ya me ubicaron en la casa donde vivía. Tenían todo planeado ya para hacerme el atentado, pero yo pensaba que me iban a hacer el atentado en la calle.

Pero él también, en su interior, creía que no corría peligro. Esos momentos en Córdoba en que se cree, que, si se baja el perfil, se olvidan de uno. Y sí, puede que pase por un buen tiempo, pero la memoria del criminal es selectiva, no olvida. Te lo recuerdan de vez en cuando con mensajes jodidos que se te siembran en el cuerpo y te paralizan la mente. Te debates entre, no, no va a pasar nada… o quizá algún día sí…

Solo en la década de los años 90 fueron asesinados 41 profesores sindicalizados en la Asociación de Maestros y Trabajadores de la Educación de Córdoba (Ademacor).

Porque uno veía a veces, que bueno, seguramente ya mataron a los que tenían que matar o alguna cosa, y ya uno pues, se habrán olvidado de uno. Se han dado cuenta que uno no es un peligro para nadie, sí. Por qué, porque mi vida pues pública era un tipo conocido tanto en la Universidad, como en el movimiento sindical y esa era mi actividad, yo no tenía, es decir, como político ni siquiera como militante del Partido Comunista ni de la Unión Patriótica, no tuve ninguna, pues no fui nadie prácticamente importante dentro de la organización política, ya. Entonces, yo pensaba en eso, no creo que tengan la intención de asesinarme sabiendo que no estoy haciendo nada malo, sí. Que soy simplemente un sindicalista pues más, sí. Pero bueno, ellos tenían otros planes, no. Ya tenían el plan de la toma de la Universidad y yo como que era un escollo, era pues un obstáculo para que ellos se tomaran la Universidad, sí.

No niego que yo, pues dentro de la Universidad, ya como, no tanto en la lucha sindical, sino como que también como que en esa democratización que aspirábamos que hubiera en la Universidad, yo hice parte de ese movimiento.

Pero era claro que su crítica incomodaba, René.

Porque usted era un hombre crítico...

Sí, lógico, como crítico y un luchador por la democracia. Porque en la Universidad se daban muchos casos de que los rectores iban era a administrar el dinero, iban era con ese fin, administrar los fondos de la Universidad, el presupuesto de la Universidad, sí. A ver qué era lo que iban a comprar, qué quedaba de las compras, qué les quedaba o qué les quedaba de la construcción de algún edificio, de algún aula o de cosas así por el estilo. Iban era a administrar los fondos. La academia para ellos, sí, era secundario, se puede decir que era secundario. Iban a ver era el presupuesto y cómo se manejaba el presupuesto y ese presupuesto a quién iba a beneficiar para la campaña política, sí. Porque así hay que decirlo. La Universidad fue un botín político. Entonces la toma del paramilitarismo de la Universidad sí, fue precisamente por el manejo del presupuesto, es decir, no era una intención de, que digamos de democratizar la Universidad o de ponerle contención a la corrupción, nada de esas cosas. Se tomaron la Universidad fue porque eso es una fuente sí de financiación para cualquier grupo político ya. En ese sentido nosotros luchamos, siempre estuvimos luchando en contra de la corrupción administrativa, sí.

Yo hice denuncias que cayeron en el vacío, denuncias ante la Procuraduría, sí. Cuando sabíamos que una procuraduría manejada políticamente qué carajo iban, no hacían nada. Recibían las denuncias y ahí quedaban, sí. Y ante la Fiscalía, inclusive, de reacción inmediata hice denuncias por corrupción sí. Y entonces, yo pienso que eso de pronto los jefes paramilitares, antes de tomarse la Universidad como lo hicieron, pues tenían que eliminar a todas esas personas que estábamos allí que nos convertimos en un obstáculo contra la corrupción, sí. Y así lo hicieron. Las últimas víctimas, por ejemplo, ya después que me hicieron el atentado, por ejemplo, Misael, Misael Díaz, que fue asesinado, parece que fue por causas de denuncias contra la corrupción.

¿Cómo recuerda usted el atentado?

Yo estaba en la casa. Sí ya yo estaba acostado ya. Entonces, Ali que era la que estaba en la calle en ese momento, porque como que había un mercado artesanal, de artesanías o algo así y estaba con la niña, con su hija, que murió, y en el momento en que ella entra a la casa se viene detrás un grupo de sicarios. no. Entran preguntando por mí, que es un atentado, que todo mundo al suelo. Yo cuando al oír eso echo mano del revólver, y y, ah porque Ali trató de impedir que entraran y le hicieron un disparo que le volaron el bolso, le dieron fue al bolso y le rozaron el dedo meñique de la mano, sí. Ella tuvo un roce de bala. Al ver eso, pues yo lógicamente tengo que disparar también. Y yo tuve también, es decir, jugármela también aquí.

Y ahí vienen, yo no tenía sino unas cinco balas en el cargador, alcancé a hacer unos tres disparos. Oíste, cuando ellos vieron que yo estaba armado también, pues se retiran y dejan a uno desde la ventana disparando hacia adentro con un arma automática. Porque ellos todos te llevaban como AK 47 o algo así. Es decir, no pudimos, es que la luces, la luz de la sala estaban apagadas y solamente estaba el televisor prendido. Estaban viendo televisión mis hijos, pues mi hijo mayor, la esposa que estaba embarazada, ya casi para dar a luz. Ruby, mi mujer, mi otra hija Alina y ahí es donde ellos entran y uno no se da cuenta, es decir, uno no ve caras. Francamente yo no vi caras, no pude ver. Simplemente pues abren fuego. Mi hija Alina también trató de cubrirme y la hirieron seis veces, seis disparos con una ráfaga desde el hombro izquierdo hasta glúteos y piernas. Sí, mi hija estuvo a punto de morir ya. Y a mí me dan un tiro en el hombro, que inmediatamente me dejó con el brazo inútil, ya. El brazo quedó muerto. Con el arma simplemente mostrándola pues desde el cuarto así, fue que se fueron ellos, huyeron viendo el arma.

Ellos habían... había una camioneta que los recogió. Porque es que nosotros vivíamos en un callejón, en el callejón como a cincuenta metros está la calle principal que divide lo que es La Pradera con lo que era Cantaclaro, lo que era la invasión, sí. Ahí había una camioneta que los recogió, dicen pues yo no vi eso. Yo cuando salí, cuando se fueron ellos, yo salí pues solamente a parar un carro, cualquier cosa para que llevaran a la niña que estaba herida, a mi hija también.

En todo caso cuando Ali sale con la niña y yo me pongo en la mitad de la calle para parar un vehículo. Yo tapándome la herida y entonces llega una moto, unos tipos en una moto, dos, y se llevan a la niña. Esas dos personas cargan a la niña en la moto y se la llevan a la clínica. Nosotros no supimos ni quién era, ni quiénes eran.

Yo logro parar un carro pesero. ¿Te acuerdas cuando habían los carros peseros? Que eran uno de esos carros UAZ o algo así. Lo logro parar. Me puse en la mitad de la calle para que pararan, entonces unos vecinos me ayudaron a subir a mi hija y me ayudaron a subir a mí. Y nos llevaron a la clínica de esa Zayma, no, la Zayma. La niña creo que estaba en la Clínica Montería o algo así. De todas maneras, primero les dije que atendieran a mi hija, que estaba más herida que yo. La atendieron, luego entré yo al quirófano y cuando reaccioné fue que supe que la niña había muerto. La niña murió ya el día 11. El atentado fue el día 10 y el día 11, en la madrugada fue que murió la niña…

Es decir, iban era a acabar con la familia, Iban era a hacer una masacre. Dispararon indiscriminadamente, sí. Cuando nosotros salimos del barrio La Pradera hacia la carretera, había un camión pequeño de esos de la Policía, sí, con policía ahí, oíste que fue que después llegaron. Y llegaron fue a recoger las evidencias, o sea las vainas de las balas. Un vecino recogió, pudo recoger unas vainas y una bala entera, todavía sin disparar, y me la entregó después, oíste. Pero ellos recogieron todas las evidencias, la Policía llegó fue a recoger las evidencias, a desaparecer las evidencias, oíste. Es decir, hubo una complicidad, pero descarada. Luego, después de todo eso, cuando ya a los diez días me viajan a Bogotá.

Los sindicatos sacaron a René de Montería; y el rector de la Universidad de Córdoba de ese entonces, Ángel Villadiego Hernández, firmó la autorización para que se fuera a Cuba.

Pero allá su historia tendría otro giro drástico. Sin recuperarse bien de las heridas, recibió otro golpe...

Allá pues me atendieron, me recibieron unos compañeros de partido y bueno, al mes yo viajé a Cuba porque no tenía mejoría de mi brazo y estaba sufriendo mucho, me dolía demasiado. Y, además, pues que la seguridad todavía estaba oíste, entonces hablaron directamente con el rector, con Villadiego Hernández y él aprobó por medio del fondo de salud que me enviaran a Cuba, a un hospital en La Habana. Allá duré seis meses hospitalizado para recuperarme. Ahí recuperé la movilidad del brazo pues con terapias y todas esas cosas y cuando estaba dispuesto a regresar me mandaron, es decir, yo tenía que regresar en enero del año 97. Eso fue en el 96, junio del 96, el 10 de junio del 96 y en el 97 yo tenía que regresar, porque eran seis meses. Sucede que fui a la oficina de viajes pues que estaba encargada, con la que había viajado, que tenía para regresar. Me dicen, me mandaron un fax en donde decían mejor no regrese porque la situación está crítica en Colombia. Y me mandaron pues un pedazo de la noticia en donde me acusaban de los atentados. Entonces te acuerdas ya de los atentados que se dio en Funpazcor y en Ganacor, mientras yo estaba fuera del país. Mientras estaba yo en Cuba. Creo que uno se dio en octubre y otro por allá en noviembre, no sé. En todo caso se dieron esos dos atentados.

Y luego, ya en el mes de enero sale la publicación, ya los paramilitares habían secuestrado a varias personas, sí, acusándolas de haber sido, no sé, los que hicieron el atentado, los que organizaron los atentados, sí. Personas con las que yo no tenía absolutamente ninguna relación, porque ni siquiera política ni nada de esas cosas. Los conocía, a algunos los conocía de cara, sí de saludo algunos, pero no teníamos ninguna relación política. Y me ponen a mí como el jefe del grupo que organizó los atentados, porque aparecen en El Meridiano, en primera página, dizque unos casetes, una cosa así, sí, que alguien había hablado y había dicho quiénes eran los que organizaron y quien era el jefe del grupo. Y a mí me mencionan como jefe del grupo, que por órdenes de Alfonso Cano, es decir, era yo quien había organizado esos atentados.

Cuando todo estaba en su contra, regresó. Cualquiera habría preferido quedarse en Cuba, pero René Cabrales, volvió.

Cuando yo veo eso, me entero de eso, pues digo yo no puedo quedarme en Cuba, tengo que regresar a Colombia y tengo que aclarar esa situación, sí. Tengo que aclararla, porque si, es decir, además de que me victimizan, me revictimizan con esto ahora. Yo tengo que aclarar esta situación ante la Fiscalía.

Así pues, que regresé a Colombia, a Bogotá y de inmediato ahí pues con ayuda de organizaciones no gubernamentales pues solidarias, y los amigos y todas esas cosas, abogados me ayudaron a gestionar ante la Fiscalía, es decir, la solicitud que dicen por escrito a la Fiscalía, para que me atendieran y me recibieran mi declaración, para pues aclarar esa situación que había sucedido en Córdoba.

Mira, parece increíble, yo tuve que ponerle una tutela a la Fiscalía para que me recibieran la declaración. Mediante una tutela, fue, era Gómez Méndez el fiscal sí, entonces fue que me recibieron una declaración, presenté mis pruebas y todas esas cosas, sí. Las pruebas de que no estaba en el país, de que yo no tenía nada que ver con eso, sí. Que yo no soy, que yo no era quien decían que era.

René se instaló en Bogotá, se integró a una organización que ayudaba a los desplazados por la violencia que llegaban a la capital colombiana.

Y también siguió denunciando su caso y reclamando justicia. Mandó a hacer un afiche con la imagen de su nieta y con una nota en la que relataba que él había sido víctima de un atentado en el que habían asesinado a su nieta.

En sus denuncias culpaba a los grupos paramilitares.

Ese afiche lo distribuyó por los sindicatos a nivel nacional y también en Montería.

No se quedó quieto y fue hasta las oficinas de la ONU y Amnistía Internacional en Colombia a denunciar no solo su caso sino también lo que había ocurrido con otros dirigentes sindicales en Córdoba.

Fue una denuncia muy amplia que hice. Todo eso pienso yo que contribuyó a que decidieran al fin de cuentas rematarme.

Es que mientras René denunciaba, cinco estudiantes y diez profesores de la Universidad de Córdoba también lo hacían. Habían tenido que huir de Córdoba porque el paramilitarismo los había declarado objetivos militares

Ya habían, los estudiantes ya estaban en Bogotá. Ya estaban algunos profesores que habían sido amenazados también. Me acuerdo del profesor Raccini, quién era el otro profesor, también un profesor de sociales, espérate, Eric Castillo, sí y bueno allá también estaba el profesor Joaquín Amaris, que había sido desplazado hacía mucho. En todo caso había gente, estudiantes, profesores y trabajadores. Ya habían desplazado al compañero que me había reemplazado, uno que me había reemplazado en la presidencia del Sindicato, el compañero Antonio Flórez, que secuestraron a su compañera en ese momento, la secuestraron en la vía Tierralta, la llevaban para allá para Ralito, no sé para dónde y logró escapárseles. En todo caso, dizque había un grupo que habían enviados desde Montería, desde Córdoba, para eliminar personas vinculadas a la Universidad de Córdoba que estábamos allá en Bogotá. Esa denuncia la hice y fue la que me hizo tomar la determinación pues de salir del país.

Ya no hay seguridad ni en Bogotá, pues entonces no queda otra vía.

Entonces con ayuda de Reiniciar, que es la organización que tiene los casos de la Unión Patriótica me ayudaron pues a gestionar la salida a través de la Embajada de Suiza y fue así como llegamos acá.

El 12 de diciembre de 2004 René y su esposa Ruby Cueto llegaron a una ciudad fronteriza entre Suiza y Francia. La ruptura de sus vidas comenzaba. Para Ruby es difícil narrarlo.

Nosotros llegamos acá, salimos el 11 de diciembre. Llegamos el 12 de diciembre aquí, el 12 de diciembre de 2004. Y bueno, llegamos mi mujer y yo. A los hijos les negaron la posibilidad. Y pues sí, desde entonces cambió la vida.

Yo no sabía ni que, es decir, no te sabría decir las palabras. Porque yo estaba aquí y estaba allá, entiendes. Y que al comienzo no fue fácil, con la llegada de nosotros aquí. Primero por el clima, no. Llegamos en diciembre, cuando empezó el invierno. Y nosotros nunca habíamos visto nieve. Recuerdo que el primer día que salí, de la, de la, nosotros duramos 12 días en el Centro ese de Acogida donde uno llega primero. A los 12 días salimos. Nosotros salíamos al pueblo, era un pueblo muy bonito, se llamaba Balorde, a la orilla de un lago.

Y entonces nosotros salíamos a comprar un juguito, como al otro día le dan a uno permiso para que pueda uno comprar, comprar juguito y eso, pero al otro día cuando nos transfirieron de ahí para otra parte. Para donde nosotros duramos año y medio. Cuando yo salgo lo primero que hago es caerme (risas). Me caí con la nieve. Pero te digo que esa experiencia de asilo, de pedir asilo. Llegar a ese centro, el primer.

Nosotros llegamos aquí y nosotros no sabíamos que a uno le requisan todo. Y nosotros llegamos inocentemente con todas las cosas. Nos quitaron el pasaporte, nos quitaron la cédula, y nos separaron. Y nos requisaron por todas partes, como si estuviéramos ocultando cosas. A él lo revisó un hombre, y a mí una mujer.

Y entonces nos separaron, yo dormía con mujeres y él con hombres. Y yo sentía que eso era como una prisión.

Cuando uno salía así a un patio como alambrada, como las cárceles de la segunda guerra, donde estaban los prisioneros.

Huy, eso era horrible. Y, una cosa que no me gustó, de que los suizos fuman mucho y esa gente salían a las 9 era a fumar. Sabes que hay pactos donde, como es que se llaman raude, a fumar se dijo.

Esa estadía para mí no fue tan… porque yo pasaba con un sueño. Yo hasta parada me dormía. Tú sabes el sueño que le cae a uno cuando uno viene de allá, bueno.

Pero, bueno esos fueron los primeros días.

Pero ya después, cuando ya estuve en ese centro no nos trataban mal, para qué tuvimos buena acogida

Los que dirigían el Centro hablaban español.

Y en esos momentos cuando nosotros llegamos, oír a una persona hablando español, para uno eso era una gran cosa, oíste, porque ahora ya uno oye hablando español en todas partes, pero en ese tiempo todavía no, y uno se alegraba cuando oía a alguien hablando español y tuvimos la suerte que el jefe de ese centro había vivido en Honduras, en Guatemala y para qué, él nos ayudó mucho con la lengua.

Y había una muchacha que trabajaba en las noches, ¿Colrisa? que todavía es amiga de nosotros, ella nos hablaba en español porque ella había estado en Colombia, en el Cauca, ella se fue de voluntaria por allá, bueno nos hablaba en español, todavía esa niña es amiga de nosotros, nos visita cada rato.

Y quien más, bueno ella, ah, había un chino coreano que fue el que nos recibió a él lo pusieron que nos recibiera porque él hablaba español.

Extrañar, levantarse y decirse, hay que continuar, hay que volver a luchar. Esas eran las palabras que se decía René Cabrales todos los días.

Al principio, se extrañan muchas cosas, lógicamente. Principalmente la familia, los amigos. Bueno, pero ya después como que uno empieza a adaptarse, empieza ese periodo de adaptación.

Entonces dijimos, bueno, nos vamos a trabajar en la limpieza. Vamos a trabajar la limpieza. Y fue así como ingresamos al mundo laboral aquí, trabajando con una empresa de limpieza. Así duramos, es decir, no fueron muchos años los que trabajamos, porque nos alcanzó fue la edad de pensión.

¡Y tienen una pensión?

Tenemos una pequeña pensión.

René, de 71 años y Ruby, de 69, se defienden en el idioma alemán-suizo, que no es sencillo. Me invitan a conocer un pequeño jardín que les dejó un exiliado chileno que retornó a Valparaíso luego de 30 años de asilo, tras salir huyendo durante la dictadura de Pinochet.

Es el trabajo diario de René y el lugar de los colores para Ruby, porque allí plantan flores.

Es el espacio que los saca de la soledad.

En el año 2018 un hijo logró reubicarse en Berna. Unos meses después René y Ruby recibieron a una nieta que llegó a hacer estudios de posgrado en la Universidad.

En el primer año de la pandemia, en el 2020, llegó una segunda hija, Renata, con su hijo menor de edad.

Pero la historia de Renata es dura. Arribó solicitando asilo porque la intimidaron luego de demandar de la justicia acciones ejemplarizantes para todos los que tuvieron que ver con el asesinato de su hija ocurrido en 1996 y el atentado de su padre.

Duelen las condiciones en las que uno sale. Duelen las condiciones en que salí de Montería, duelen las condiciones en que salí de Bogotá, también por la militancia política, las amenazas, la persecución y el miedo, porque obviamente, yo no quiero correr el riesgo de perder otro hijo. Y a mí siempre, en dos ocasiones me amenazaron con Lucas.

A Renata la conocí en Bogotá en un taller de periodismo con enfoque de género que organizamos desde Consejo de Redacción, una organización que fundamos un grupo de colegas.

Ella llegó, se presentó y supe que sería la puerta de entrada para acercarme a su padre, quien se había mantenido al margen de entrevistas durante todo el tiempo del exilio, hasta ahora.

De tal palo tal astilla, Renata es otra luchadora, militante.

También una mujer golpeada que ha querido olvidar.

Yo olvidé muchas cosas.

Sí, al principio no lo entendía hubo momentos en que me sentía como será que yo soy mala, no me acuerdo de mi hija o algo. Pero ya después lo fui entendiendo. Y pues como he tenido muchas amigas sicólogas, de las mismas organizaciones sociales pues que han hablado mucho conmigo me lo han explicado. Que la memoria, que la misma memoria se protege. He olvidado muchas cosas. Incluso muchas personas de ese momento, que me apoyaron mucho y que conocen mucho mi caso, hay personas que me hablan y yo no me acuerdo de quiénes son.

¿Nunca quisiste escribir todo eso?

Sí, yo lo escribo, sí sí yo lo he escrito en veinte versiones, para tratar, pero no en veinte te estoy exagerando, pero sí las tengo, si he tratado de escribir mucho como para mirar por dónde cojo la historia, si me entiendes, por dónde la cuento bien. Porque a mí, yo he borrado muchas cosas de mi memoria, muchísima.

Y a veces mi mamá me dice: No, que la niña tal cosa. Y yo le digo, yo no me acuerdo.

René y Ruby no pueden volver a Colombia. Si lo hacen, pierden la condición de asilo otorgado por el gobierno de Suiza. Tienen un pasaporte azul que les permite viajar por todas partes del mundo, menos entrar a Colombia. Es una condición dura que llevan con dignidad y asombro.

Sí llegan momentos en que a uno le vuelven los recuerdos. Yo a veces, cuando, no ha sido con mis hijos allá. El mayor se divorció con la esposa, él es una persona que sufre de epilepsia, oíste. Y, él vivía muy apegado a uno, René estaba pendiente de su tratamiento, de buscar su medicina. Todo se lo hacía él. Al venirse uno para acá él quedó, prácticamente, como te diría, él quedó con esa falla.

Cuando yo oigo que tienen ellos problemas allá me hago esa pregunta: ¿Yo por qué me vine?

Claro, ¿se siente como que hace falta allá para ayudarlos?

Claro, Yo para qué me vine, yo debí quedarme con mis hijos. Pero entonces, me dicen los que están acá. Y tú qué vas a hacer allá. Allá te hubieras muerto en Colombia. Me dicen ellos.

En los dos se conjugan siempre muchos sentimientos, pero tienen muy claro que no volverían a Montería.

A Montería no tengo nada que ir a hacer. Recuerdo yo que una vez una amiga mía que yo dije así que yo no tengo nada que hacer en Montería, me dijo por qué… Pero uno no puede vivir en una tierra donde le matan un ser querido.

Yo una de las cosas que me pongo a pensar, si yo le hubiera dado la niña a Ali, si la hubiera tirado por la cocina, quizá se hubiera salvado. Es una de las preguntas que yo todavía me hago

Nadie tiene que culparse de nada. Los culpables no somos nosotros. Los culpables fueron los asesinos que fueron a la casa.

Yo llegué un momento en que me sentí culpable. Porque si yo no hubiera estado metido en el asunto del sindicalismo, si yo no hubiera estado en la casa. Si yo tal cosa ¡Qué! Quién tiene derecho a matar a otro, por qué. Quiénes son los culpables, ellos. Nosotros no tenemos la culpa de nada.

Yo a Córdoba no pienso volver. Si es posible de no volver, no lo hago. A pesar de que yo siento mucho siempre, pienso que no pude ni siquiera saber dónde está sepultada mi nieta.

Matar el pensamiento, historias de silencios es una memoria sonora resultado de la investigación realizada Por Ginna Morelo con el apoyo de Constanza Bruno y Alex Galván, Guardián de la Memoria, canción original, autoría de Adriana Lucía. producción de la serie José Díaz, la música utilizada es libre de derechos, esta memoria sonora la puede encontrar en el sitio web Entre Ríos proyecto que cuenta con el apoyo de la Konrad denauer-Stiftung de Colombia, Reporteros sin Fronteras, de Alemania y la Pontificia Universidad Javeriana.