Matar el pensamiento, historias de silencios.
Capítulo 5
La memoria de la guerra es también la memoria del amor. Nancy Gómez, viuda del profesor asesinado Francisco Aguilar abre sus archivos para contar quién fue el docente de Chimá que le enseñó a las comunidades zenúes y a los campesinos cómo sembrar la tierra.
La viuda
Cuando extinguieron la vida de quien ella amaba no hubo palabras suficientes para abarcar el vacío. La mujer dueña del dolor se sumergió en el silencio y en las etapas del duelo que se repiten indefinidamente en su vida.
La memoria de la guerra es también la memoria del amor, uno que la violencia mina, pero que no destruye.
Querida Nancy, hoy inicia la última semana de lo académico en Alemania, aspiro que todo termine felizmente. El sábado 17 me movilicé entre la población de ... en procura de encontrar allá una carta tuya pero qué raro tampoco allá encontré nada, entonces, qué aburrido. Bueno, tranquila y me ayudas a resolver el interrogante. En esta te envío la posible casi segura dirección de ... esta es una residencia estudiantil que me han conseguido y hoy he recibido información de parte del profesor guía de mi entrenamiento, también de un médico colombiano de Cartagena en ...
Y Esta carta me la mandó un 19 de octubre del año 81 y siempre nos estábamos escribiendo, terminábamos el día y ahí continuábamos al día siguiente, le terminaba de escribir y ponía la carta así como estaba. Y enseguida la enviaba.
La voz nostálgica que escuchamos es de Nancy Gómez, la viuda del profesor de veterinaria de la Universidad de Córdoba, Francisco Aguilar Madera, asesinado el 6 de enero de 1995. Era sindicalista, miembro de la Asociación de Profesores Universitarios, Aspu.
Su crimen ocurrió un año después de que fueran conformadas las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá.
Quince años después, Salvatore Mancuso, comandante desmovilizado de ese grupo paramilitar, reconoció ese y otros crímenes de docentes de la institución de educación superior, en lo que fue llamado la Toma a la Universidad de Córdoba.
Francisco Aguilar, víctima de los paramilitares, era un académico que salió de Chimá, zona rural de Córdoba, a estudiar en la universidad de la región. Ganó una beca y se terminó de formar en Alemania donde permaneció entre 1981 y 1983.
Durante ese tiempo le escribía frecuentemente a su esposa. El fragmento leído por ella al inicio de este relato sonoro, es uno de los tantos en los que dejaba ver su amor y respeto incondicional.
Nancy sigue rememorando ese trato dulce; y también la soledad en la que ha vivido tras perder a su marido, al padre de sus tres hijos.
Ella sigue leyendo...
Pitico, estoy esperando respuesta a tantas cosas que envié solicitadas en mis cartas anteriores que me des más, te sugiero releas las cartas de septiembre para que me pongas al día con toda una serie de inquietudes que tengo atrasadas y que no quiero perder la línea de los hechos. Chao. Pachito.
¿Cómo le decía a usted?
Pitico. Nosotros cuando empezamos, nos tomábamos de la mano en toda Montería, nos vestíamos iguales, íbamos por la calle cantando como locos las canciones de Miguel Bosé, de Juan Gabriel, las canciones de ese tiempo. Ya yo soy una mujer de 63 años, pero a mis hijos les explico y les vuelvo a recalcar porque ellos están preocupados por mí y me dicen: Mami tienes que salir, tienes que ir a comer a un restaurante. Y yo les explico: vea, yo fui muy bendecida, satisfecha, fui muy consentida por Francisco Aguilar, quizás es una de las cosas que me influyó, porque sí a uno se le presentan enamorados, yo quedé muy joven yo tenía 34 años, y yo no encontraba con quién, con cuál, comparaba, y me parece que me van a estafar… y en eso me quedé. Tal vez hoy hoy que soy una mujer madura, digo mi egoísmo, pero estoy bien, satisfecha, sola, tengo a mis hijos realizados.
A Nancy Gómez me la presentó el profesor Serafín Velásquez, el guardián de la memoria de los hechos violentos ocurridos en la Universidad y quien luchó junto a otros compañeros de la academia por alcanzar del Estado la reparación colectiva.
Serafín me dijo que era reacia a hablar, pero que le insistiría y le hablaría de la importancia de hacer y registrar la memoria.
Muchas de las viudas, hermanas, hijas de las víctimas de la violencia paramilitar a quienes busqué para reconstruir la memoria, no quieren volver al pasado. En algunas de ellas se quedó a vivir el miedo. Hicieron del silencio impuesto, religión. A otras les es imposible nombrar lo que no tiene nombre. Pocas aceptan irrumpir ese estado de calma aparente, como lo hizo Nancy, quien acudió al encuentro con la memoria el 31 de octubre del 2020 y les habló a profesores, estudiantes y trabajadores que, como ella, son resistentes, y lo hizo como nunca antes lo había hecho.
Mi nombre es Nancy Gómez Buelvas, soy maestra del departamento de Córdoba, licenciada en preescolar, mi familia, conformada por Francisco Aguilar Madera, médico, veterinario de la Universidad de Córdoba quien fue un profesor destacado, investigador, estudioso, en donde se destacó siempre en trabajo para la comunidad, desde la Universidad de Córdoba trabajaba con las comunidades con proyectos de extensión y trabajaba con zonas indígenas. Nunca pensamos que eso era un pecado y, en el año 95 llegaron a nuestra casa y delante lo asesinaron, de eso hacen unos 25 años.
Ella no duda en hablar. Va directamente a su dolor, siempre tan presente.
Él fue a Alemania a especializarse en reproducción bovina, sí, se ganó una beca, aprendió alemán, aprendió inglés, vuelvo y les repito, era un estudioso, un científico, investigador y una noche nefasta llegaron a nuestra casa y asesinaron a Pacho delante de una cantidad de niños porque mi casa era dulce. Yo recogía con mis tres hijos a todos los niños que llegaban allí, teníamos un compartir, un confite, un juego para los hijos. Uno de esos niños le alcanzó una bala, mire, decirles yo en este momento, yo mendigué que cogieran a Pacho porque creí que podía salvarse...
Pero en la intimidad de su hogar, al que me dejó entrar para conocer los recuerdos de su esposo, las cajas con fotografías, los poemas que escribía a mano, los ensayos académicos, el pasaporte con los sellos de Alemania, el carné de la universidad y hasta la licencia de conducción, allí se permitió dejar escapar una dulzura simple y hablar de un amor inconmensurable.
Francisco Aguilar fue una persona de extracción campesina de Chima, nació en Chimá, Córdoba. Estudió, salió de allí a estudiar su bachillerato al ITAL de Lorica sí, allí se graduó como normalista agropecuario. Siempre se destacó como un buen estudiante, pero desde entonces inició trabajando, estudiando en el ITAL de Lorica, siempre estaba pendiente por el bienestar de los demás y fue un líder estudiantil. Después se vino a estudiar a Montería y entró a la de Córdoba a estudiar medicina veterinaria y zootecnia...
Allí estudió todos los semestres de veterinaria. Tengo información de unos profesores que él fue un estudiante destacado siempre. En química lo encerraban en una oficina solito y siempre sacaba cinco y no creían que era que sabía todas esas cosas. Ese profesor se llama Pablo, un químico de la Universidad de Córdoba. Qué otra cosa le digo, que siempre estuvo pendiente de su pueblo, de su región, del estado de las comunidades de Chimá.
Trabajó por toda la zona indígena de Chimá, de Momil, de Purísima, de Tuchín, de San Andrés de Sotavento. Siempre estuvo trabajando en esa zona.
Yo lo conocí en la 34 con 8. Iba él a tomar como que los alimentos ahí, en una casa y siempre nos estaba cuidando a las niñas que jugábamos, jugábamos bate, jugábamos al escondío y él siempre nos corregía como un hombre grande.
Terminó de estudiar aquí en la de Córdoba, muy destacado, y se fue de Montería.
Cuando se fue, se fue para Barranquilla. Allá trabajó un tiempo y en la universidad tenían la necesidad de un profesor y lo llamaron a él como buen estudiante, lo llamó el señor que era rector, Elías Bechara Zainúm, y comenzó a trabajar en la de Córdoba en el año, octubre del 75. Fue bien acogido... otra vez me buscó, sí, y ahí sí ya entablamos buenos acuerdos, relaciones y yo estudiaba en la Normal Femenina de Montería. Estudié todo mi bachillerato en la normal, soy maestra-bachiller. Qué otra cosa le digo de Pacho. Él era muy empeñado en la conservación del ambiente, siempre estaba atento que esa semilla no se fuera a perder, los cultivos, que fueran muy naturales, él ponía en práctica todos los conocimientos que él tenía.
La vida de Francisco Aguilar fue la de un intelectual de la región que no dudó en entender su papel en la sociedad. Por eso se esforzó y trabajó duro para formarse y a su vez convertirse en formador en su propia tierra. Eran tiempos en los que salir de Córdoba a estudiar en el exterior, estaba destinado a muy contadas personas, él tuvo esa posibilidad.
Doña Nancy y en qué momento se va a estudiar a Alemania, ¿cómo fue eso, esos estudios?
Sí, para irse a estudiar a Alemania, se ganó esa beca. El por estar esculcando tanto, descubrió que tenían eso guardado en un escritorio y él comenzó a investigar y a ver qué era lo que estaba pasando con eso que había esa propuesta de estudio, y nadie la quería o nadie hacía las vueltas, y él comenzó a investigar, y fue proponiéndose, buscó quién le enseñara inglés aparte, compró un diccionario de inglés, de alemán y cuando ya él vio que podía entrar y aspirar, se postuló y se ganó. Había muchas, cómo decirles, muchas discusiones dentro de la universidad por cuestiones políticas, que este era recomendado político, este no, por su propio esfuerzo. Ese era Francisco Aguilar.
¿Cuánto tiempo estuvo en Alemania?
En Alemania estuvo desde el año 81 hasta el 83, sí. Allá estudió alemán, hizo, eso lo llamaban en ese entonces, doctorado no, pero sí hizo un PH allá en reproducción bovina. Estuvo en un instituto aprendiendo alemán, conoció muchas partes de Europa…
Esos esfuerzos fueron recompensados en la Universidad de Córdoba a la que Francisco le dio todo.
Bueno, en la Universidad de Córdoba, él siempre estaba inquieto por proyectar mejores cosas para una comunidad estudiantil, y organizaba tesis, dirigía tesis. Eh fue profesor en medicina veterinaria en reproducción bovina; fue profesor en zootecnia, en agronomía; fue vicerrector encargado; fue decano de la facultad de veterinaria; reestructuró el pénsum académico de la facultad de veterinaria, fue jefe de departamento, trabajó en Berástegui que era la sede de veterinaria.
Por todo eso, y más, el crimen resulta incomprensible para Nancy, para sus hijos, para sus amigos y estudiantes.
Hasta el día de hoy, yo que lo conocí mucho, mis hijos, nosotros rechazamos tanto eso que nos pasó, hemos aprendido a convivir, mas no se nos ha olvidado, pero sí convivimos con esa parte de los recuerdos de quién era Francisco Aguilar. Un hombre especial, abnegado, un luchador, realizando proyectos en todas las comunidades, siempre estaba interesado en trabajar con las comunidades y él trabajaba con la comunidad indígena del Bajo Sinú.
Es lo único que nosotros, la familia y mi persona, hemos encontrado que haya sucedido eso que no era agradable; era dirigente sindical, pero para nosotros, nosotros creíamos que no era un pecado eso y no hemos podido entender por qué todavía, aun sabiendo quién era Francisco Aguilar, tantos legados que dejó, tanta búsqueda, tanta lucha, ¿por qué tenían esa necesidad de quitárnoslo?
Y estamos convencidos que fue Francisco Aguilar una excelente persona era un hombre muy preocupado por la sociedad, y por las comunidades y, yo no niego que fue un señor luchador que perteneció al sindicato, pero eso no tenía derecho a quitarle la vida.
Nos llevaron a donde fuimos a enterrar a Pacho que él nació en Chimá, que pertenece a un resguardo indígena, y tuvimos siempre un valioso apoyo de la Universidad, yo nunca me he desprendido de la Universidad, aunque hayan pasado tantas cosas, una vez llegué y encontré que habían unos… una protesta y habían unas cajas afuera y yo casi me desmayo porque cuando vi el nombre de Pacho y esas cajas afueras así, en la entrada de la Universidad, en ese momento creía que iba a morirme ahí, hablé, dije y me decía la psicóloga, ya ella falleció, que tuviera paciencia, que tuviera entendimiento, pero era una manera de protestar, era cuando estaba más recio una cantidad de procesos en la Universidad de Córdoba.
Nancy Gómez recuerda con dolor la protesta pública de los sindicatos de la Universidad, que simularon con cajas de cartón unos ataúdes sobre los cuales estaba grabado el nombre de cada víctima y allí estaba el de su esposo, un hombre que no se quedó callado ante lo que veía mal.
Pero nosotros estamos convencidos, la familia, el profesorado, las personas que conocieron a Pacho que eso no era así, nosotros no compartimos esa idea. Del momento que se robaron la Universidad de Córdoba estas fuerzas oscuras, las Auc que fueron implantando muchas cosas... No compartían con él su posición. Él siempre está defendiendo la cultura educativa, a los estudiantes los guiaba, les regalaba las cosas con tal de que estuvieran estudiando y esto no era agradable, esto no era agradable, un luchador, un hombre de avanzada, de proyectos. Ese era Francisco Aguilar, un progresista, un estudioso, un científico.
Como Aguilar, otros profesores fueron blanco de lo que doña Nancy denomina fuerzas oscuras. La derecha, el paramilitarismo. ¿Por qué? ¿Por qué contra ellos?
Porque esos profesores, entiendo yo, me parece a mí lucharon para que los estudiantes progresaran, tuvieran bienestar estudiantil, sí. Entonces ellos les enseñaban a los estudiantes qué debían pelear, por dónde debían ir a bienestar universitario, qué recursos podían darles, sí... Y era un grupo grande, sino que unos insistían más que otros. Entre esos que insistían más que otros y perseveraban en eso estaba Francisco Aguilar Madera.
Pese a su convicción de trabajar por la región, algo comenzó a mortificar a Francisco Aguilar. En un momento de su vida le dijo a su esposa que lo mejor era irse. Así lo relata doña Nancy.
Como unos cinco años antes él me dijo: vámonos de Montería porque no veo unas perspectivas buenas aquí. Primero, para la educación de nuestros hijos, segundo, para la vida de nosotros como personas para desempeñarnos, tú como maestra yo como profesor; vamos a seguir en otra parte donde podamos desempeñarnos bien. Y teníamos el proyecto (...) ya teníamos contactos... Unas revistas que le enviaban a él que él estaba afiliado a muchas revistas de investigación, de estudios. Entonces ya le habían propuesto que se fuera para México. El doctor Iguarán era un hombre que sabía de esas propuestas. Y estábamos trabajando para que nos fuéramos un grupo de profesores con sus esposas y sus hijos, pero se volvieron a relajar, por decir eso, se volvieron a confiar y miren todo lo que nos pasó. Estas fuerzas, de la crisis de Córdoba, de las AUC se entraron a las universidades y entraron fueron haciendo y deshaciendo allí (silencio).
Y los profesores no alcanzaron a concretar la idea de irse. Siguieron trabajando por sus alumnos... por sus ideas.
¿A Francisco Aguilar?, lo mataron, ¿a Alberto Alzate?, lo mataron, ¿a Misael Díaz?, lo mataron, ¿a Hugo Iguarán?, lo mataron, ¿a James Pérez Chimá?, lo mataron... Asesinaron a 9 profesores de la Universidad de Córdoba.
A los ocho meses de asesinado Pacho asesinaron a Alberto Alzate y así fueron destruyendo nuestra Universidad, nuestros profesionales, nuestros estudiosos, investigadores y científicos, valiosas personas que fueron formadas también en esta Universidad.
Doña Nancy ha esperado que la justicia actúe. Pero ha sentido cada paso, cada momento, demasiado lento... doloroso... sufrible.
Yo fui a la Fiscalía, presenté toda la papelería y expliqué lo que había pasado, pero eso se perdió. Volvieron a insistir, yo estaba fuera de la ciudad, estaba en Medellín y me explicaba el que se dirigió a mí que necesitaban que fuera urgente y fui otra vez, pero era para que escuchara una versión. Yo fui creyendo que yo podía, pero al ver cómo estaba ese señor hablando y sacando del computador cómo habían sido los móviles de X o Y persona; me acuerdo que fue la esposa del profesor Misael Díaz, Mery Rodríguez... escuchamos otras versiones esperando que fueran a hablar de Pacho, de Misael o de Alberto, y no pudimos esperar porque yo me fui en vómito y la otra señora estaba apurada que tenía mucho dolor de cabeza, y no pude, yo no pude continuar, las cosas tan feas como hablaba ese señor Mono Mancuso, cómo fueron los móviles para asesinar...
De Francisco Aguilar se podrían rememorar muchos escritos. Con una mezcla de orgullo, de amor, de tristeza, doña Nancy lee uno que le escribió un amigo.
Aquí tengo una carta, un poema que le escribió un profesor muy muy muy conocido, luchador también. Está exiliado porque también lo iban a asesinar. Él se llama Gustavo Ballesteros, es ingeniero agrónomo de la de Córdoba y en ese ir y venir él escribió este poema:
La hija de la noche se nos llevó Pacho , en un aire enrarecido se respira en nuestra patria la dulce melodía en la que galopan las ilusiones y las esperanzas se silencian en manos de humo
Los cantos por la vida se callan con interludios de llantos de clamores que se levantan (...) en nuestro valle y nuestra alma máter una luctuosa claridad rompió la placidez de la (...)
A Francisco Aguilar lo asesinaron. Un hierro infame le apuntó y le disparó y lo mató, dejándonos el dolor inmenso de su ausencia y el recuerdo imborrable de su mundo de ilusiones.
Fueron más de 20 años compartiendo su gentileza, su caballerosidad, sus conocimientos, su ingenio, su talento y su actividad en esta institución que guardará para siempre un capítulo inmenso de su…
Pacho Aguilar, como le decíamos cariñosamente, realizó sus estudios de Medicina Veterinaria y Zootecnia en la universidad de Córdoba y se especializó en Alemania, sin embargo, nunca perdió la identidad de su pueblo ni con su familia ni con su raza, de ahí su autenticidad y la sensibilidad y la sensible generosidad con la cual trabajó para bien de sus coterráneos.
Chimá, el pueblo que hoy llora ha perdido a un hijo auténtico, enraizado en las grietas de ese suelo tostado por el sol canicular.
Dónde están todos los pájaros, el retoño de los árboles y hasta las malezas florecidas claman con ansias de justicia Paz en la tumba de pacho, paz en el pueblo... Revista universidad de Córdoba, comité editorial. Montería, 14 de enero del 96.
Cuando doña Nancy levanta los papeles que contienen algún escrito de su esposo, lo hace pausadamente. Con un cuidado amoroso pasa sus dedos por las hojas amarillentas y desgastadas por los años. Intenta arreglarlas antes de volverlas a guardar en las cajas y carpetas viejas donde las atesora. Su mirada revestida de pesadumbre me despide. En ella, a pesar del inexorable paso del tiempo, hay amor.
Matar el pensamiento, historias de silencios es una memoria sonora resultado de la investigación realizada Por Ginna Morelo con el apoyo de Constanza Bruno y Alex Galván, Guardián de la Memoria, canción original, autoría de Adriana Lucía. producción de la serie José Díaz, la música utilizada es libre de derechos, esta memoria sonora la puede encontrar en el sitio web Entre Ríos proyecto que cuenta con el apoyo de la Konrad denauer-Stiftung de Colombia, Reporteros sin Fronteras, de Alemania y la Pontificia Universidad Javeriana.