loading

Podcast

Los testigos

00:0033:08
Download this podcast
Previous episodeNext episode

Matar el pensamiento, historias de silencios

Capítulo 7

Los profesores Jesús Amaranto y Sergio Castro vieron como las armas se pasearon por la Universidad de Córdoba, como fue prohibida la creación del programa de Filosofía, pensar costaba la vida en la Universidad de Córdoba, era una amenaza.

Los testigos

Sergio Castro quiere escribir sus recuerdos para testimoniar su pasado.

Jesús Amaranto quiere dejar el pasado en el pasado para vivir tranquilo.

Recuerdo y olvido.

Sergio y Jesús son testigos.

sindicalistas vieron cómo las armas se pasearon por la Universidad de Córdoba, y no fue en un solo momento.

La vida bajo amenaza…

Veinte años después, recuerdo y olvido son memoria.

El movimiento estudiantil en la Universidad era duro. Era, ahí predominaba el EPL.

Ahí las asambleas se hacían en donde está la cafetería central. Claro que no tenía esa forma. Tú sabes que eso lo remodelaron aparentemente, pero para mí estaba más fuerte antes que como la hicieron ahora. Y ahí sí, cada rato, llegan los manes. Llegaron más de 4 veces los manes del EPL a hacer arengas al interior de la Asamblea.

Llegaron los manes con su G-3, con su M14, con su cara tesa; y viejas también con pistolas. Más de una vez se tomaron esa vaina. Ajá y qué iba a hacer uno: callado.

Sabes que esa era la época dura de la izquierda en Colombia. Uno creía que la revolución estaba ahí cerquita.

Los hechos que relata el profesor Jesús Amaranto ocurrieron en los años 80, cuando la guerrilla del Ejército Popular de Liberación (EPL) se configuró con más fuerza en territorio cordobés.

Y él quiere hablar de eso, de la década en que la guerrilla radical llegaba sin permiso a las asambleas de profesores de la Universidad. Quiere hablar de la revolución, pero desde la educación, no desde las armas ni desde la violencia.

Justo por creer en eso se hizo profesor. Pero el EPL que irrumpía en el claustro sin permiso de los profesores defensores de los derechos humanos, quería otra cosa, creía en la revolución de las armas.

Esos manes tenían tanta fuerza que al interior de la Universidad pagaban, pagaban vacunas, ahí pagaban vacunas, pues claro que se negociaban secuestro y esa vaina no podemos negarla, negociaban secuestro, eso es una vaina jodida. Eso no es mentira.

Más de una vez escuché esa historia en los años en que quise estudiar en la Universidad de Córdoba. Que la guerrilla del EPL obligaba a los finqueros de la región a pagar cuotas a punta de amenazas, y que esas transacciones las hacían en las zonas verdes de la institución cuando tan solo era un edificio sencillo y no estaba cercado ni tenía puertas de acceso ni portería.

El contexto de la historia era siempre el mismo: se presentaba como justificación para la toma paramilitar de la Universidad, que ocurriría a comienzos de la década del 2000.

Un telón perverso. Ningún asesinato ni violación de los derechos humanos, venga de donde venga, tiene justificación.

En medio de esos fuegos cruzados de la historia en Córdoba, un grupo de profesores intentó mantenerse al margen de las violencias y creyeron hacer lo que era justo: enseñarles a los indígenas y campesinos a hacer productiva la tierra para sostener a sus familias y a sus generaciones.

Nosotros estábamos apoyando el problema de que la gente recuperara su tierra, cierto. Y la gente recuperaba. Nosotros llegábamos todos los domingos, dictábamos charlas.

El profesor Amaranto hace memoria y recuerda lo que hizo junto a profesores como Francisco Aguilar, Luis Carlos Raccini y Gustavo Ballesteros. El primero asesinado por los paramilitares; Raccini falleció a temprana edad y Ballesteros murió en abril del 2021 en su exilio en México.

El primer profesor que matan es a Pacho Aguilar. Francisco Aguilar Madera, Pacho, yo recuerdo nosotros andábamos juntos: Gustavo Ballesteros, Pacho Aguilar, Lucho Raccini, el difunto, los tres andábamos por esta zona de aquí de San Andrés, Nueva Venecia, Bajo Grande.

Por ahí, habían unas lomas de tierras, yo que conseguí semillas de fríjol, un fríjol que unos tíos míos allá en el Atlántico tenían y yo se los traje, uno que se enreda. Uno rosado, rosadito rayadito, para que ellos combinaran. Entonces, Gustavo lo que estaba era enseñándoles a que combinaran, combinación de cultivos.

Pacho Aguilar era otra vaina veterinaria, tratando de meter que la gente utilizara chivos y vainas de esas.

Y todas esas acciones no gustaron… fueron malentendidas en la región.

… la gente también comienza, cuando se empiezan a formar todos esos grupos de ajusticiamiento. Eh se prenden más es después cuando se da la masacre en El Tomate, que es la primera masacre que se da en El Tomate y de ahí comienza la gente entonces sí a meterse, a meterse en la Universidad a dar plomo, cierto, comienzan a darle plomo a la gente. En sociales matan a Regino, a Oswaldo Regino. Oswaldo Regino comienza a denunciar, porque Oswaldo trabajaba en un programa radial, tenía creo que un noticiero y comienza a cuestionar el, a decir, pero hombre, cómo es posible, si es el mismo carro rojo que mata y se mete en la Brigada.

Oswaldo Regino era un periodista que trabajaba en el diario El Universal y en la emisora La Voz de Montería y fue asesinado el 11 de noviembre de 1988.

Era el comunicador al que le dolía la desigualdad social y lo decía cubriendo cada masacre, cada crimen, cada descuartizamiento, cada desplazamiento –incluyendo el de sus profesores–. Porque Oswaldo cursaba su último semestre de Ciencias Sociales en la Universidad de Córdoba, cuando lo mataron en un paraje solitario, de rodillas frente a sus ejecutores, implorando por una vida sentenciada ya a la muerte.

Fue el primer crimen de un periodista en la región. En adelante cayeron otros que intentaron relatar lo que había sucedido.

Y a los demás nos metieron el miedo en el cuerpo con amenazas constantes de hacerles daño a nuestras familias.

El trabajo de quienes decidimos seguir los pasos de Oswaldo creció mutilado.

De Oswaldo supe un poco más cuando la vida me juntó con su hijo menor Pavel. Nada es casualidad.

Ese muchachito moreno de ojos saltones se me presentó en el salón de clases de periodismo en la Universidad Pontificia Bolivariana.

A él justamente lo busqué en este nuevo tiempo hecho ya un hombre, padre de familia, para que me hablara de su papá.

Pavel, ¿quién era Oswaldo?

Un periodista reconocido del departamento lamentablemente asesinado el 11 de noviembre de 1988, por ejercer su labor periodística precisamente en el departamento de Córdoba.

Yo tenía dos años cuando ocurrió el hecho del asesinato de mi padre, dos añitos. Soy periodista como ya lo dije y he tenido buenas relaciones con mis colegas periodistas precisamente por el camino que labró mi padre para mí, porque me dicen que él era un trabajador siempre con una sonrisa y que siempre buscó unir al gremio; que creo que es el problema que tenemos con los periodistas de nuestro departamento, aunque ya existe una agremiación. Él en su época intentó en ese entonces dignificar la labor periodística, en ese entonces de nuestros colegas. Entonces ellos siempre me hablan… cuando se enteraron que yo había también escogido la profesión, se emocionaron y me decían que siguiera el legado de mi padre y feliz porque no he encontrado una persona que me hable mal de mi papá, no he encontrado una persona que me hable mal de mi papá y eso para mí es gratificante porque siento que murió a mi edad, 33 añitos, bueno murió no, lo asesinaron, en realidad a él lo asesinaron.

Crimen tras crimen, el paramilitarismo fue cabalgando hasta llegar al recinto universitario, hasta introducirse físicamente en las oficinas, en los salones de clase. En la Universidad había simpatizantes de las autodefensas trabajando, y hombres armados sentados en las aulas, escuchando lo que enseñaban los profesores.

Fue una penetración a distintas revoluciones. Uno de los capítulos más duros fue cuando a los profesores y sindicalistas los obligaban a subir a Santa Fe Ralito, donde operaba el comando paramilitar de Salvatore Mancuso.

El profesor Sergio Castro es testigo de esos hechos

Empezó a sonarse que había una lista de personas que tenían que ir a Santa Fe de Ralito y se decía el nombre, tú tienes que ir, pero nadie sabía quién tenía la lista, sino que le mandaba dile a fulano que tiene que ir: Tú tienes que ir. El profesor Arismendi, el profesor Jesús Amaranto, quien también protagonizó e hizo parte de la junta directiva y hace parte aún de la junta directiva de Aspu. Y empezamos a especular. Entonces nos dijeron: hay tres buses que van a salir, allí frente al cementerio antiguo, cementerio de la 29, a tal hora tienen que estar ahí. Eso fue [silencio] el 15 de diciembre, 15 o 18 de diciembre., no preciso.

De qué año.

Del año 2003, sí 2003. Total, un bus iba con estudiantes, otro con trabajadores, y otro con profesores y pensionados [silencio] Nadie sabía para dónde iba y nos llevaron a Santa Fe de Ralito.

Voz narradora: ¿Pero usted vio la lista donde los citaban?

Nadie conocía la lista simplemente decían: tú tienes que ir…

¿Qué sintió cuando iba en el bus?

Bueno, temor. Todo el mundo iba incierto, ¿qué va a pasar?, ¿quiénes van a regresar y quiénes no? Había de todo, una incertidumbre. Yo me despedí de mis hijas.

¿Ellas sabían para dónde iba usted?

Yo le dije, no sabemos, porque nadie sabía para dónde iba, nadie sabía para dónde iba. Simplemente que nos iban a llevar [silencio] eso fue 15 de diciembre.

¿Cuántas horas se demoraron para llegar allá?

Más de dos horas.

Llegó a Santa Fe de Ralito, llegamos, nos bajamos y había una especie de un banquete, al tiempo llegó Mancuso con un piquete de hombres armados, fuertemente armados, en unas camionetas, dos camionetas y llegó el comandante 08 (…) Primero algunas frases insultantes y después Mancuso con su discurso empezó a explicar por qué se habían tomado a la Universidad a sangre y fuego. Porque allí supuestamente se hacían transacciones, se negociaban secuestros, y todo, que la guerrilla tenía tomada la universidad y que había corrupción y que ellos iban a acabar con la corrupción.

No sabemos de qué manera porque después nos enteramos que los recursos de la Universidad ellos se apropiaban de un alto porcentaje, y sacaban maquinaria y de la farmacia que está aquí en la 22 sacaban medicamentos para todos los paramilitares en esa época. Y nosotros denunciamos eso cuando llegamos, y nos dijeron incluso que había que reformar los estatutos de la universidad y acabar con las pensiones esas que estaban siendo muy grandes, todo, todo, todo, lo que había hecho y amenazas, ¿Quién se oponía? ¿Quién decía nada?

Y después tenían conjunto. Hasta el conjunto de la Universidad estaba allá.

Y lo hicieron tocar el conjunto.

No sabemos por qué estaba allá, pero lo llevaron iba a terminar en fiesta. Los docentes, el grupo, casi todos los docentes empezamos, no, nosotros nos queremos ir y tenemos que irnos, no nos podemos quedar. Total, que rogando porque fue casi que, rogando, nos mandaron, salimos de allá como a las ocho de la noche o más tarde.

Querían que reformáramos los estatutos de la universidad, que había que reformarlos porque esos estatutos no eran buenos para la universidad, y que había que trabajar unas propuestas nuevas de universidad, porque él quería su universidad.

El profesor Sergio Castro recuerda que fueron dos las reuniones en Ralito. La segunda fue con los miembros del Consejo Superior de la Universidad de Córdoba, ente que tenía en sus manos la decisión de elegir al rector de la institución.

Febrero 18 del 2003.

¿Y eso cómo fue?

Habíamos entrado en un paro y nos tomamos la puerta de la universidad. No se hablaba de paro sino de una desobediencia civil.

Yo recuerdo que un día estábamos ahí, yo me fui para mi casa, yo vivía en Mocarí, ahí en el Bosque, en el Nuevo Bosque me fui a almorzar, ya cansado porque en la noche me había tocado quedarme y me eché una dormida. Yo era el fiscal de Aspu. Total, que cuando yo regreso, no encuentro a nadie de la junta directiva.

Que te estábamos llamando, tú no tienes teléfono. Si yo si tengo.

Pero ¿sabes por qué razón no contestabas? Te estábamos llamando porque hay una reunión en el restaurante Hato Viejo, era que quedaba ahí donde está la bomba, y tienes que ir porque está toda la junta ahí, no se sabe, pero tienes que ir. Era tipo 2:30 de la tarde a 3.

Fuimos a la reunión, pero nadie aparecía. Había una buseta por ahí, nadie le coge la placa a la buseta de las que viajaban a Planeta Rica, una buseta de 22 pasajeros. No, que la reunión no es aquí sino en otro lado. ¿Dónde?, no, que no sabemos. Yo no voy, yo no voy para ninguna reunión ¿por qué? No ves que eso es ilegal. No, es que tienes que ir (...) te pueden matar, si sales de ahí luego te pueden matar. Y, total que los compañeros me convencieron, vamos Sergio. (...). Fuimos algunos jubilados y nosotros.

Supuestamente era una reunión con el consejo superior de la universidad y en efecto lo fue, pero quien presidió el consejo fue Mancuso.

Y llegamos y empezamos y dice Mancuso cada vez que alguien iba a hablar.

–¿Cómo es su nombre?

Y las hojas de vida que debían estar en la Universidad estaban allá.

–¡Ah! usted se vinculó en tal época en la universidad…

Todas las hojas de vida de la junta directiva de Aspu, de los pensionados y otros docentes que fueron estaban allá, y de la junta directiva de Sintraunicol de los trabajadores [silencio].

Recuerdo que las conclusiones que dijo Mancuso: Tienen que reformar los estatutos y ponerse de acuerdo antes de junio para que nombren su rector.

Los paramilitares que venían asesinando estudiantes, que eran inquietos, que eran líderes, como lo dijo Mancuso cuando estuvimos por allá en Santa Fe de Ralito, un 16 de diciembre del 2001, nos dijo: nos cansamos de hacer mandados y decidimos tomarnos el control de la universidad. Él me dijo: yo ya llamé uno por uno, a uno de los miembros del Consejo Superior y le dije por quién había que votar, sí. Entonces hay que votar por el que obtuvo más votación, no por el que escoja el Consejo Superior, y él nos dijo de, que ellos habían decidido eso, y que habían matado a unos estudiantes porque eran guerrilleros.

Incluso a mí me dijo: profesor Amaranto, nosotros sabemos que usted los domingos sale con un mocho en Lorica a comprar el periódico El Espectador y El Tiempo. Y que trota todos los días, un día por medio trota y hemos averiguado todo y sabemos que usted es un activista sindical pero no es guerrillero, si fuera guerrillero ya lo hubiéramos matado.

Jesús Amaranto se salvó de la muerte como también se salvó Sergio Castro. Ambos tuvieron que vivir con escoltas y cuidándose las espaldas. Sergio relata cómo fue informado de que lo iban matar.

Eran tiempos en los que el horror se paseaba por los pasillos de la Universidad con prisa y sin pausa.

Y ese día me dice, el día 29 de octubre del 2000, te íbamos a asesinar en la universidad y a las cinco de la tarde vino una contraorden porque iba manejando el carro una de tus hijas. Todavía estaban mis hijas, no había cumplido quince años la mayor, te salvaste por eso. Te íbamos a matar dentro de la universidad.

Ningún lugar del claustro era seguro. En la placita de Karl Marx se reunían los estudiantes de sociales, y allí los vigilaban otros estudiantes encubiertos, que realmente eran paramilitares.

En la cafetería donde John Peláez, uno de los agrónomos desaparecidos y asesinados, pintó un mural con una indígena embera, allí se juntaban los del movimiento estudiantil y también los espiaban.

Los que estudiaban en la jornada nocturna vivían en pánico cuando tenían que salir de los edificios y transitar un largo trayecto oscuro y solitario hasta donde tomaban el transporte público.

En la Universidad de Córdoba amenazaban, perseguían, intimidaban.

En el ágora del pensamiento de Córdoba se habían instalado las estructuras paramilitares, se habían infiltrado entre alumnos, directivos, trabajadores.

Un estudiante se lo confesó al profesor Sergio Castro.

Bueno, resulta que el muchacho me suelta todo eso. Profe, a usted lo están persiguiendo en todas partes, pero sabemos que usted es una persona de un discurso fuerte, claro que entendemos que usted es una persona de un discurso fuerte pero que no milita con nadie. Y todos los salones en los que usted entra hay gente que les graba las clases.

Profe yo no soy escolta, yo soy paramilitar [silencio] Profe, pero somos más de 450 estudiantes entre a distancia y presencial que somos paramilitares, que estamos metidos aquí. Y algunos están hasta trabajando, algunos y algunos empleados de la universidad también son paramilitares.

La que desataron los paramilitares en la Universidad de Córdoba fue una guerra sin cuartel. Con el tiempo, nadie se salvó del estigma, ni del señalamiento.

recrudecimiento comienza a darse entonces hacia todo el movimiento estudiantil, más concretamente, el asesinato que se comienza a dar a los estudiantes de ciencias sociales. ¿Por qué? Porque ellos relacionaban de que en sociales era donde se gestaba el pensamiento revolucionario, guerrillero según ellos, crítico.

Cuando comenzaron a darse estos asesinatos en la universidad de Córdoba algunos profesores crearon una defensoría de los Derechos Humanos, entre los cuales estaba el profesor Joaquín Amarís Amarís, estaba Jorge Pachón Cortés y otros profesores más que comenzaron a denunciar y a gestar todo un movimiento de la defensa de los Derechos Humanos. Estos profesores que fueron los primeros que comenzaron a gestar esto tuvieron que irse de la Universidad, tuvieron que irse y otros fueron asesinados. El caso de Pacho Aguilar, Francisco Aguilar Madera, que lo asesinaron en su casa. Tuvo que huir el profesor Gustavo Ballesteros Patrón, y otros profesores más tuvieron que huir, otros. La gente optó por dar un paso al lado porque venían ya con el gatillo, entonces, a otros nos tocó quedarse quietos, por conservar la vida obvio, pero sin embargo esto comenzó a apretarse más y más y llegó un momento, hacia finales de la década, hacia finales del milenio, que la cuestión se volvió más fuerte, más fuerte sobre todo ya, a nivel incluso de nuestro representante al consejo Superior Misael Díaz Urzola que fue asesinado también saliendo de su casa, el profesor Misael Díaz.

...el recrudecimiento fuerte ya se da hacia el 99, 2000, donde ya es fuerte la presión que comienzan a ejercer estos grupos armados en contra del movimiento estudiantil.

Esta presión es tan fuerte de que incluso cuando los estudiantes de la Universidad de Córdoba se toman la sede administrativas para pedir participación en la elección de rector, porque la Ley 30 del 92 decía taxativamente que el rector de la universidad era escogido directamente por el consejo Superior, en la universidad se da una lucha, unos estudiantes se toman el bloque administrativo, entre esos estaba Enoín Humánez, el difunto Alfonso Naar, Abel Fuentes hasta el mismo rector actual que tenemos apoyó ahí porque eran estudiantes de ese momento histórico.

Yo recuerdo que Abel Fuentes iba para, ellos tenían un encuentro estudiantil nacional en Santa Marta y él se iba a ir con los pelaos, yo le dije: Abel ven acá, ¿por qué no te vas aparte?

Vete por alguna flota, -no que yo- vete por flota, porque ustedes, nadie quita de que ese bus lo paren por ahí y aquí en la Universidad hay mucha gente que está tirando línea y aquí al interior de la Universidad hay gente que le camina a este tipo de pensamiento. Hágame caso. Bueno, los pelaos ese bus lo pararon entre Carreto y Calamar. Ellos iban para Santa Marta, iban por toda la troncal occidental y entran por Carreto para salir directo a Barranquilla, pasan por Calamar y cogen esa recta, pasan el puente. Entre Carreto y Calamar, un comando, había un comando, paró el bus, acostaron a un poco de estudiantes, retuvieron alguno y preguntaban era por Abel.

Las persecuciones contra la comunidad universitaria son hechos que están frescos en las memorias de Sergio Castro y de Jesús Amaranto.

Ellos no pueden desprenderse de ese relato doloroso cuya consecuencia más ruda –con el tiempo– fue el silenciamiento del pensamiento crítico.

El profesor Jesús Amaranto, por ejemplo, recuerda cómo en el seno del Consejo Superior de la Universidad un consejero, miembro de una familia prestigiosa de Córdoba, ahogó la creación del programa de Filosofía.

La censura del pensamiento crítico era tan fuerte de que Felipe y yo en el consejo superior presentamos la propuesta de la creación del programa de filosofía con contenidos programáticos y toda una serie de cuestiones y cuando llegó al Consejo Superior, pasó todas las instancias en el Consejo Superior, prácticamente no los frenaron.

Nosotros hicimos la exposición, la pregunta que me hacía y eso qué plata origina, qué plata produce eso. Y yo le dije: pero si es que la universidad no es para producir plata, además la universidad sí puede vender servicios, pero la función de ella es generar conocimiento, no generar plata. Después me dijo, nosotros salimos y después preguntamos al representante del presidente que era profesor pensionado de la universidad Distrital: Me dijo: nojoda Amaranto, después que tu saliste se paró y dijo: los que estén de acuerdo conmigo de que no se debe crear el programa de filosofía porque eso es para crear guerrillero al interior de la universidad, que levanten el brazo, levantaron ocho. Los que se abstengan, votó Cecilio Abdalá, que era el único, nos frenaron la creación del programa de filosofía, que porque ese programa iba a generar más guerrilleros al interior de la universidad.

Jesús Amaranto también recuerda cómo la actividad sindical se redujo a su mínima expresión. La oficina de Aspu, el sindicato de profesores de la universidad, era un sitio que permanecía casi siempre solitario.

Incluso no iba ni la gente al sindicato, la gente no iba al sindicato con tal de que no le dijeran que era de oposición, que era guerrillo. Y la vaina fue tan dura, con decirte que después que nosotros bajamos de allá de Santa Fe de Ralito en marzo del 2003, hicimos una asamblea general donde se planteaba que había que renegociar las convenciones. Allá había una veedora que mandaron de allá arriba, una vieja estaba al lado de nosotros con una pistola en la pretina y nadie todos shhhhhh (onomatopeya silencio) callados, esa vaina fue dura.

Entonces se vuelve la universidad como un convento, juiciosita y era tan jodida la vaina de que un día yo no pude ir a un plenario nacional en el que se reúnen todos los presidentes de los sindicatos con la presidencia nacional y yo mandé a un compañero, ves tú.

Y el presidente nacional de Aspu me llama, este man, ¿se puede confiar en él? Y yo: no, sí sí sí. No, porque es que allá en la universidad de ustedes es la de los paracos. Así nos tenían, como la universidad de los paracos por toda Colombia...

La crítica fue relegada en la Universidad de Córdoba. Se estudiaba pa’dentro, nadie podía expresarse.

En sociedades silenciadas la indignación duele para adentro, duele hasta rematar tus ganas. Y a pesar de todo eso sobrevives. Jesús Amaranto y Sergio Castro son resistentes.

El profe Jesús me inquietó en su diálogo y Sergio remató la entrevista con su valentía y esperanza.

¿Tú no tienes miedo con ese lente crítico?

Sí, yo creo que sí, pero como dice usted que hay tantas formas de reconstruir, de reelaborar y, pero me da más miedo quedarme callada, ¿sabe? Me da miedo el lente crítico, pero me da más miedo no tenerlo, quedarme sin voz, eso me da más miedo.

Hay una cosa, hay una cosa que a mí me da miedo tener miedo (risas). Yo tengo miedo a tener miedo.

Matar el pensamiento, historias de silencios es una memoria sonora resultado de la investigación realizada Por Ginna Morelo con el apoyo de Constanza Bruno y Alex Galván, Guardián de la Memoria, canción original, autoría de Adriana Lucía. producción de la serie José Díaz, la música utilizada es libre de derechos, esta memoria sonora la puede encontrar en el sitio web Entre Ríos proyecto que cuenta con el apoyo de la Konrad denauer-Stiftung de Colombia, Reporteros sin Fronteras, de Alemania y la Pontificia Universidad Javeriana.